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»Berenice«

No lo había soñado, en verdad había ocurrido.

El abrazo con Iker y su-invitación/mi-invitación a una cita sí había ocurrido. Ese día no supimos como decirle a los chicos que podíamos estar todos juntos en el almuerzo, así que sin hablarlo, decidimos que solo lo haríamos y ya. Pero luego de un mes de no pasar del saludo por respeto, claro que nuestros amigos tenían preguntas, no podíamos culparlos por eso, al contrario, nos hubiera extrañado si ellos no cuestionaban nuestro comportamiento.

—¿Entonces, todo está bien? —Preguntó Liam dándole una mordida a su pera—. ¿Todo en orden, somos amigos de nuevo?

—¿Cuándo dejé de ser tu amigo? —Preguntó Iker entrecerrando los ojos, Liam se encogió de hombros—. ¡Oye!

Ninguno mencionó la cita, algo que agradecí en mi interior. No tenía la menor idea de cómo iban a reaccionar y no quería un interrogatorio triple en medio de la cafetería. La última clase pasó muy rápida, o tal vez solo yo la sentí de ese modo por lo estúpidamente feliz que estaba. Me costaba prestar atención a la explicación, no podía dejar de recordar la mano de Iker entrelazada con la mía, su aroma y ternura durante el abrazo, eso era tan él. La tranquilidad que me envolvió cuando lo escuché decir que aún me quería.

—Entonces... ¿mañana, un almuerzo? —Pregunté acercándome a él mientras los demás conversaban entre ellos.

—Claro —respondió sonriéndome—. Pasaré por ti.

—Estaré lista.

—Y yo muy ansioso.

—Sí, creo que todo volvió a la normalidad —comentó Liam lo suficientemente alto para que nosotros escucháramos—. Gracias al cielo, ya me estaba costando odiarte —miró a Iker frunciendo el entrecejo.

—Eres un pésimo amigo, Liam —no había una pizca de seriedad en el comentario de ninguno.

Sí, todo había vuelto a la normalidad.

O casi.

Al final, Iker se marchó con Larissa, y yo con Álvaro. Él no dejó de hacer preguntas desde que estuvimos solos, sabía que ocurría algo, nos conocía lo suficiente como para notarlo, eso y que era posiblemente muy obvio, empezando por el hecho de que salimos todos juntos al receso, por primera vez después de un periodo complicado.

—Tendremos una cita —comenté cuando estuvimos dentro de su auto.

—¡No! —Exclamó sujetando el volate con ambas manos—. ¡Júralo! ¿En serio? ¿Y cómo ocurrió? ¿Cuándo hablaron? ¿Por eso fuiste más temprano al colegio? ¡Dime!

—Que chismoso eres —me reí poniéndome el cinturón de seguridad—. Lo hablamos esta mañana, pero no vine temprano por eso, solo fue una... increíble coincidencia.

Luego de contarle cada detalle porque él lo exigió, me liberó para ir a la florería, estaba llegando al menos quince minutos tarde, mamá tenía una cara de pocos amigos y de mala gana y sin saludar, preguntó por qué había tardado tanto. Me excusé diciendo que la última clase terminó fuera del horario de salida.

Ese día ella no salió de la florería y eso fue terrible. Sus reproches, sus llamadas de atención frente a los clientes y la manera en la que disfrutaba hacerme quedar como tonta frente a los demás hicieron de mi tarde, una de las peores que había vivido hasta ese momento dentro de la florería. ¿Todo mi mes de tortura, no fue suficiente para pagar todos mis pecados pasados y futuros? ¿No podía ser perfecto al menos por ese día? Maldita sea, invité a salir al chico del que llevaba enamorada años, podía dejarme disfrutar ese logro.

Tan inevitable como quererteWhere stories live. Discover now