Arderás © ✓ (1)

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(Reescrito)

Cuando desciendo por las escaleras de la nueva casa, el aroma a vainilla que desprendían las delicadas velas encendidas arriba de un mostrador en la pequeña recepción inundó mis fosas nasales, causando que permaneciera estática olfateando el aroma dulce.

Los azulejos marmolados fulguraban, y su brillo combinaba con un gran candelabro de cristal antiguo, aunque defectuoso, que se incluyo en la compra la vivienda.

Todos los objetos inanimados se situaban afinadamente en su lugar, haciéndome dudar al instante.

¿Acaso mi madre había limpiado nuestro hogar tan a fondo por una razón especifica?

Apartando mis titubeos, me desplace hacia la cocina con intenciones de beber una infusión caliente. Al rodear la isla, del otro extremo distingo a mi madre sentada sobre un asiento de roble analizando la pantalla táctil de su nuevo teléfono celular.

– Buen día, dormilona – me saludó sin elevar su vista del móvil – ¿Cómo estuvo la fiesta?

– Interesante – explique y tome una taza limpia –. ¿Ya aprendiste a usar ese teléfono?

– Algo así – bloqueó el pequeño artefacto y me halló a su lado –. Ahora que tu padre tiene más dinero se la pasa regalándome cosas.

– Que Mia no se entere de eso, porque si lo hace, comenzara a pedirle cosas – bromeé.

– Tarde. Ya le ha pedido un nuevo coche.

Carcajea, y cuando mi infusión esta lista, no dudo en tomar asiento a su lado. Un vestido azul marino en forma de tubo decoraba sus curvas y para adornar la prenda, unos aretes enormes, al igual que un reloj con pedrería incrustada en el material, me hicieron preguntar cuál era ocasión.

– ¿Por qué tan elegante? Te vez muy bonita –La halague, y me sonrió delicadamente.

Elevándose de su asiento y aplanando con sus palmas cálidas la tela arrugada en sus muslos, rodea la isla.

– ¿No recuerdas que hoy regresa tú Padre de su viaje de negocios? Te lo he dicho hace unos días atrás – me divisa con atención, esperando que recuerde el momento exacto en que me lo había notificado. Al beber un sorbo de mi infusión y mantener silencio, exhaló apenada –. Regresa en unos minutos, Samanta.

– ¿Ya? – apoye con fuerza la taza en la isla, y unas gotas de mi bebida se esparcieron por la superficie.

– Si, y limpia eso – me exige.

La emoción se apoderó de mi sistema nervioso y mis pies emprendieron a realizar pequeños golpes bajo mi asiento. Amo a mi padre. Él es la razón por la que acepte quedarme en Los Ángeles. Cuando se encuentra presente su compañerismo es inigualable, el amor incondicional que le brinda a mi madre me hace soñar con un amor como el de ambos, y cuando me encuentro en su compañía, me expresa que soy su niña favorita, y no solo por el hecho de que sea su calco en versión mujer.