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(Reescrito)

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(Reescrito)

Parte 1/2

Solo imprecisos recuerdos permanecieron de esa noche donde la bebida blanca cambio su sabor amargo a dulce, donde la llovizna cesó y mi piel aún seguía suplicando su nombre.

Luego de lo ocurrido en el cuarto junto a Dereck, el ambiente entre ambos se había tornado pesado. No necesitaba observarlo para percatarme de sus miradas indiscretas que se volcaban sobre mi rostro con dureza y perdición. Intentaba eludir cualquier mísero contacto, miradas o cercanías, centrándome en las bebidas que descansaban frente a la chimenea y reír a causa de las bromas absurdas de Ross para olvidarme de que él había poseído poder sobre mí.

Cuando recordaba la forma en la que había palpado mi piel desnuda con sus manos y rememoraba sus labios besando los míos, mis mejillas tornaban a enrojecerse. Sin embargo, cada vez que me acordaba como me había enfrentado por ser testigo de uno de sus sucios tratos, mi rostro palidecía haciéndome recapacitar con sus palabras y si en verdad solo me había hechizado para obtener mi confesión.

Aquella noche descansé en la habitación privada que Zack había guardado para mí y, luego de beber hasta el cansancio sobre la gran alfombra junto al fuego y que Mia me declarara que deseaba dormir con Ross esa noche, al recostarme no podía pensar en otra cosa que no sea él.

Tres días habían transcurrido sin saber nada de ambos gemelos, y en cierto modo, lo agradecía.

Sacudí mi cabeza, disipando la neblina de pensamientos que me impedía centrarme en mi camino. La caminata sobre el gran corredor de la universidad era pausada y fatigosa, liberando bostezos por las extensas horas que había estado en el establecimiento. Aún me faltaba acudir a una sola cátedra y el sol ya se había puesto en el oeste, dejándome observar a través de los ventanales pequeñas estrellas sobre mi coronilla.

A lo lejos, una figura surgió en mi radar eludiendo un cumulo pequeño de estudiantes. Cuando se aproximó, distinguí que, aquella persona, era Zack.

La tranquilidad que me generaba saber distinguir a los hermanos Pierce con tanta exactitud me era formidable.

Su caminar era ligero y con una velocidad inalcanzable, tanto que logró helarme. La rigidez en sus brazos al comprimir sus puños palidecía su tez blanca y sus venas resaltaban de su organismo. Su pectoral bajo su suéter de lanilla se hinchaba con rapidez y sus ojos azules resaltaban al contraste del enrojecimiento en sus conjuntivas.

– Hola, Zack – saludé en el instante en que transitó por mi lado. Me detuve con una sonrisa tímida y preocupada en espera de su respuesta, en cambio, eludió mi saludo.

Siguió su camino como si mi voz no hubiera podido invadir su mente, sin percatarse siquiera de mi presencia, dejándome varada en medio del corredor.

Al rotar sobre mis talones, Zack se disponía a sortear a toda persona que se interponía en su camino. Cuando alcanzó la puerta doble de la salida, la abrió y escapó del establecimiento.

Arderás © ✓ (1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora