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Esa misma noche, luego de la gran fiesta y de esperar que todo presente abandonara el comedor, no comenté nada acerca del sujeto misterioso que observaba la casa desde aquel arbusto y corrí sin descanso en dirección a mí habitación

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Esa misma noche, luego de la gran fiesta y de esperar que todo presente abandonara el comedor, no comenté nada acerca del sujeto misterioso que observaba la casa desde aquel arbusto y corrí sin descanso en dirección a mí habitación.

Con brutalidad, me deshice de los zapatos bajos y me quité la cola de caballo haciendo que todo mi cabello caiga de manera liviana sobre mis hombros. Mientras mis pies descalzos hacían contacto con el piso helado y comenzaba a causar molestias, no me importaba en lo absoluto, mí mente se había transportado a otro plano y solo  se centraba en todo lo que estaba ocurriendo.

Jacob había hecho que toda esa poca voluntad que aún me quedaba se esfumara como humo y comenzara a derrochar pequeñas lágrimas, algunas gotas que deseaban salir desde hace mucho tiempo. La solida idea de que en algún momento de mi vida estaría con él, me causaba repulsión pensar en ello, pero más me hacía daño el hecho de comprender que mi propio padre me usaba.

Pensé una y otra vez intentando convencerme a mí misma de que aquello solo lo hace por mi bien, pero lo único que podía imaginar era que estaba utilizando tácticas para que esa maldita empresa pudiese ser más exitosa, poniendo a su hija como un peón.

No me contuve y caí sobre el gélido suelo, no podía ver con claridad lo que me rodeaba a causa de las lágrimas que cubrían mis glóbulos oculares y aquél horrido frío dejo de sentirse por un rato, ya que aquellos pensamiento eran más importantes en este momento.

Por alguna razón, todo lo que venía arrastrando desde hace meses, aquellos recuerdos pesados los deje caer sobre lagrimas y me sentí liviana, pero exhausta. Fue como sentir un golpe seco en la sien, guardar tantas cosas por mucho tiempo me hacía sentir que comenzaba a enloquecer, a querer hacer hasta lo imposible para que todo se aclarara de una vez, intentar escarbar en el pasado y presente todo lo que estaba a la vista pero no podía ver con claridad.

Nadie es inocente en esta vida y hasta la persona más afectuosa, dulce y compasiva del mundo puede dañarte hasta lograr acabar contigo por completo, solo tú decides ser destruida.

Y eso mismo me estaba pasando, estaba dejando que cualquier persona que entraba en mi mundo sin razón, comenzara a abrir las puertas más insignificantes para iluminar todo su interior y otras, derrumbar y destruir todo a su paso. Me estaba volviendo loca, sin saber a dónde dirigirme y correr, uniendo piezas sin sentido, mi cabeza parecía un enorme laberinto repleto de trampas, me sentía perdida y solitaria. Sola me había metido en un agujero sin salida y ahora, no sabía cómo escapar.

Escuché la puerta de mi habitación abrirse y no tenía la intención de voltear, más bien aquel ruido del picaporte y los zapatos de la persona anónima que lo estaba abriendo, había logrado que mi mente se despejara y volviese a sentir frío sobre todo mi cuerpo.

- Por dios, Samanta. ¿Que haces en el suelo? - La voz de Mia hizo que elevara mi cabeza observando el vestidor, no quería mirarla. La escuché acercarse lento y se agachó a mi lado, con su mano apartó pequeños mechones de pelo que cubrían mi rostro y me miró preocupada - Samy... - Dijo una vez que diviso como las lágrimas no dejaban de caer por mis ojos descontroladamente, sentí el contacto de su piel suave rozando toda mi mejilla quitándome las gotas que no dejaban de rondar por mi piel.

Arderás © ✓ (1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora