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Entonces escuché su voz

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Entonces escuché su voz.

Retumbaba por todas las paredes blancas de la casa, tan gruesa y varonil, acentuaba y remarcaba muchas palabras engorrosas dando a entender que estaba charlando con otra persona pero, no sabía de dónde provenía.

Caminé un poco más hasta llegar a las escaleras de mármol, mirando vagamente hacia distintos puntos de la casa. Al parecer se encontraba enojado, la ira irradiaba por todo el salón y aquello me causaba malestar.

- ¿Samanta? ¿Eres tú? - Al parecer, a pesar de hablar con un tono de voz tan alto y disgustado, había escuchado mis pasos.

Ariel había hecho esa pregunta desde su oficina la cual queda a un costado de las escaleras y comprendí rápidamente que de allí provenía el sonido.

No respondí, pero tampoco decidí ir hasta su paradero para corresponderle. Más de dos semanas habían transcurrido desde la última vez que ambos habíamos tenido una charla ya que, luego de esa horrible noche, mi mente había decidió abrirse a distintas realidades y puntos de vista, comprendiendo mejor la situación a mi alrededor, causando que nuestra relación sea distante pero elástica, una unión que no podía romperse con facilidad.

La puerta de su estudio rechino y entendí que debía comenzar a subir las escaleras antes de que él me lograra interceptar.

- Arregla esto rápido, ya tengo muchos problemas para preocuparme por algo más. - Sus pasos huecos hacían eco por toda la sala ocasionando que mis pies acelerarán el paso, pero no tuve éxito.

Por acto reflejo voltee y su figura apareció en mi radar como un figura espectral causándome un pequeño susto interno. A pesar de no usar un traje elegante de costumbre, se lo veía fenomenal cargando sobre su mano con pura delicadeza aquel teléfono celular de alta gama, cortó la llamada y me miró fijamente con enojo.

- Samanta. - Dijo mi nombre nuevamente y voltee por completo - Debo hablar contigo, en privado. - Imponía tanto respeto que solo asentí a su pedido sin decir una palabra vaga, al parecer esto parecía serio - Pasemos a mi oficina.

Ariel, sin decir nada más, giró sobre sus talones aún mirando la pantalla de su teléfono móvil y comenzó a dar cortos pero moderados pasos hacia su estudio.

Aquellos segundos en los que me había quedado estática parecían eternos, pensando en caminar hacia abajo para seguir su figura o simplemente ignorarlo. No me gustaba la idea, pero accedí.

Con cuidado, me dirigí hasta la doble puerta de roble que dividía su deslumbrante estudio de todo el salón principal y me acerqué al umbral, observando como Ariel parecía buscar con cautela entre unos cajones de su escritorio algo importante, aquello resultaba necesario para él ya que desde su lugar, encendió una lámpara y aquella precaución desapareció para tomar con ambas manos objetos innecesarios del cajón y posarlos sobre la mesa.

Se percató de mi presencia y me miró vago para luego pedir de buena manera que ingresara en su oficina, lo cual al escuchar su invitación y colocar un pie dentro de aquella sala, sentí escalofríos. Miré para todos lados observando sus cuadros de pintura abstracta incrustados en las paredes, los monitores de las cámaras de seguridad encendidos y un mediano globo terráqueo de madera que jamás había visto antes pero ahora posaba junto a la ventana.

Arderás © ✓ (1) Where stories live. Discover now