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(Reescrito) 

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(Reescrito) 

El taller de Burns se hallaba repleto de automóviles, rebasando el gran espacio cerrado y abierto a su disposición. Pese al olor tan fuerte a óxido y aceite, lograba inhalarlo con moderación mientras esperaba que el mecánico me cediera mi coche.

Comenzaba a extrañar mi automóvil luego de tantos días sin conducirlo.

Apoyada contra un muro y echándole un vistazo a mis redes sociales, una fotografía se iluminó en mi pantalla. Mia se hallaba radiante utilizando su perfecto traje de animadora azul cielo en el centro del enorme campo de juego. Retenía sus gigantes pompones sobre su cabeza, y un listón en forma de moño sostenía su cabello dorado permitiendo dibujar su radiante sonrisa en sus comisuras, demostrando a quien alentaba con orgullo.

Curioseando los comentarios en su post, recuerdo que en un par de días se realizaría el primer juego de temporada del equipo local de la universidad. Más allá de que no me gustaran los deportes, me veía en la obligación de acudir solo para que ella se sintiera confortada desde las gradas.

Tras de su pose en la fotografía, un par de jugares se ven plasmados en la imagen. La amplié, y descubrí a Dereck y su compañero Ross utilizando sus uniformes deportivos correspondientes echándole un vistazo veloz a la fotografiada.

Como un destello en mis retinas, el recuerdo de Pierce encendido en llamas y con una necesidad bestial de adecuar sus nudillos en el pómulo de su familiar, para luego divisar la aparición de Zack deteniendo una riña, me causó un escalofrió en mi cuerpo.

Los Pierce se asemejaban una pequeña caja de pandora: mientras más los conocía, podía asegurar que, pese a que sus facetas externas se hallaran alineadas a su voluntad y su sonrisa ocultaba toda una tragedia oculta, lo que se hallaba en su interior causaría consecuencias desastrosas para quienes se hallaran junto a ellos.

– Eres la hija de Ariel Mills, ¿verdad?

Bloqueé la pantalla del móvil y con velocidad empiné mi cabeza, encontrándome con el respectivo dueño del taller mecánico atravesando el umbral de su taller. Su mano repleta de un líquido viscoso grisáceo me señalaba esperando una respuesta rápida a su duda, e inmediatamente asentí.

– Así es – afirmé.

– Pasa por aquí – invitó curvando su postura.

Sin dudarlo, seguí su paso. Sorteando algunos metales y engranajes sueltos en el suelo sucio, estacionado en una amplia fila se hallaba mi coche bordo tan reluciente como la primera vez que lo obtuve. Me aproximé, y mientras deslizaba mi induce sobre el capó, me percaté de que las abolladuras en la parte frontal habían desaparecido.

– Tu padre me ha pedido que arreglara los bollos de tu Chevrolet – Burns, el mecánico, se avecinó a mi paradero limpiándose la suciedad de sus manos con un paño limpio –. Además, este coche es digno de mantenerlo impecable.

Arderás © ✓ (1) Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt