Capitulo 46.

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Había sido golpeado y sus cosas se encontraban esparcidas por todo el lugar, abrazándose a sí mismo con los ojos llorosos e intentando entre quejidos recuperar todas sus cosas que se encontraban por todo el salón destrozadas, su cuerpo quedó inmóvil al escuchar que unos pasos se acercaban hasta donde estaba, entrando en pánico se intentó esconder tras un pupitre sin mucho éxito.

— ¿por qué te escondes, Yuu?— un rubio de cabellos ondulados, con un suave rostro que detonaba dulzura y tranquilidad — ¿qué pasó? — su rostro fue perturbado por la intranquilidad que demostró al ver que el rostro del de cabellos negros se encontraba demacrado.

El pequeño niño con sobre peso y de baja estatura para sus 9 años, con sus ropas desordenas y su rostro ya inundado en lágrimas en total vulnerabilidad. Nunca se había sentido así de pequeño ante alguno que lo intimidara, en ese momento  que se sintió totalmente pequeño frente a los niños de clases mayores.

— perdón por llegar tarde .. de verda.. — sus palabras se acortaron al sentir como el niño corrió a sus brazos frotándose contra él en un abrazo inesperado para el mayor — lo siento .. lo siento mucho Yuichiro.. nunca más dejaré que te hagan algo como esto de nuevo — se aferró al cuerpo más pequeño acariciando sus cabellos en un intento por calmar sus desesperados sollozos al jalar de su ropa en busca de su protección.

— ¿lo pro .. prometes..? — dijo entre hipidos que le provocaba su llanto.

— te lo juro, nunca pasará de nuevo ..—

( . . . )

Solo hace un año atrás los ojos azabaches se mantenían fijos en el horizonte que se veía desde la ventana donde juraría que sus días de secundaria había estado sentado en el mismo lugar.  Abriendo la ventana sus salvajes cabellos  dejaron ver su rostro, con su tersa piel como si nunca hubiera ocurrido el maltrato que era evidente hace un par de semanas atrás adornadas por esas esmeraldas que reflejaban una tristeza profunda.

— ¿en verdad tengo derecho a ser feliz? — sus labios algo rotos de tanto morderlos no quitaban ese color cereza tan suave y degustable, una imagen que él mismo odiaba

Esa pregunta se repetía en sus pensamientos al estar recostado en la cama que lo recibía cada tarde luego de la escuela, él había nacido entre una disputa de familias de orgullo que llegaba hasta los cielos y como una más de los gammas que eran vendidos para firmar tratados que beneficiarán o subieran el estatus social de la familia.

Tal vez fue ese calor que lo quemaba por dentro quien al mismo tiempo que parecía disfrutar cada día que pasaba,  le hacían darse cuenta de el amor imposible que se formaba en su cabeza, era inútil pensar en el pasado cuando el que se había ido de su vida había sido el rubio, debería estar enojado en esos momentos que se daba cuenta cómo jugaba con el, era un alpha con un omega que pronto sería marcado, solo estaba jugando con él como su juguete de la preparatoria. Ese mismo amor inalcanzable lo hacia ahogar su rabia y que su mente divagara en la nada creando bobas ilusiones donde él podía estar al lado de aquel rubio con el que aún no podía comprender cómo era influenciado por su sola compañía, nada podía hacer por evitarlo, la oportunidad que se veía alcanzable hace unos años no se volvería a mostrar con tanta sencillez.

Esas veces que sentía que sus labios hablaban solos y sus mejillas se ruborizaban al recordar esos sueños que parecían tan reales en fragmentos perdidos de su infancia, ¿es que podían ser reales? Ni siquiera sabía si podía ser posible preguntarle a alguien, seguramente su madre se ahorraría de recordar cualquier cosa que él encontrara innecesaria del pasado y solo hacerlo disfrutar el futuro, su padre poco pasaba en casa y esos días su madre seguía más estrictamente esos ideales de felicidad que perseguía.

Solo con cada día que pasaba el sentido de seguir luchando lo iba abandonando con cada suspiro, porque desperdiciar rastros de felicidad en alguien como él que solo había venido al mundo como un objeto que ni siquiera vales tanto como para comprar tu cariño ya que eres obligado a darlo en un primer lugar, que inútil era desperdiciar felicidad en ese pequeño cuerpo que con mucha lástima podía caminar, aquel tan débil que ni siquiera puede hacer bien para lo que nació, no puede complacer a un alpha,  carece de habilidades hogareñas, sus movimientos son poco delicados y en su piel se marca con facilidad cada golpe, un producto inservible que no recordaba con lucidas memorias su infancia y sin un derecho a heredar nada de los supuestos privilegios que le daba su nombre.

Ese pequeño cuerpo se aferraba a los brazos de sus madre con desesperación al ahogar esos agudos quejidos en su garganta, esa calidez quemaba a fuego en carne, ese calor que solo él podía percibir y como al sentir como ese agudo dolor atravesaba su nuca cerró sus ojos casi por reflejo para después no tener la suficiente fuerza para abrirlos nuevamente.

(...)

El destino suele ser cruel, si tras cada día que transcurre lo único qué haces es lamentarte. Con solo una vez que tomes el suficiente valor para decir todo lo que quieres de golpe podrás lograr cambiar muchas cosas y bueno, si no resulta, tienes que empezar a hacer acciones  para que den resultados. Con una simple sonrisa cada día y darte cuenta de cada pequeña cosa buena que podrías tener, todo cambia tan rápido que ni siquiera te percatarás de lo feliz que eres hasta que un simple toque de tristeza te vuelva a invadir, pero esta vez teniendo el valor de sonreír nuevamente.

Un año había pasado, un año donde una nueva familia se habría al mundo con la nuca de un azabache marcada por una mordida y los constantes mimos de un rubio, entre momentos de paz que surgió su nueva razón para sonreír, aquella nueva razón que crecía en su vientre en espera a ver el mundo a su alrededor que sus padres armaban pasó a paso para esos ojos inocentes que venían en camino al mundo.

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¡Muchas gracias por todo!

If You Were Here. Mikayuu.AU editando Where stories live. Discover now