Capitulo 53

228 22 0
                                    

Podía recordar esos largos días de caminatas por el bello jardín, aquel jardín que cada día nuestra hija cuidada con tanta dedicación en espera a la primavera solo para disfrutar esos minutos viendo los coloridos pétalos de cada flor y para tus ojos que observaban desde una ventana donde tu cuerpo reposaba con esperanzas de recuperarte aún cuidando de dos vidas en tu cuerpo.

En mis sueños solo podía ver esos días de cielos azules, un sol brillando sobre nosotros decorado por las suaves nubes que se asomaban, mientras el día caía pero la fiesta aún continuaba, para llegaba la noche ese gran salón se iluminaba de vida nuevamente como la primera vez que nos conocimos, nuestra familia y amigos presentes, conviviendo entre risas sin necesidad de recordar los malos momentos, hasta cuando se anunció el comienzo del baile y te pedí tu mano en una pieza, tú aceptaste sin siquiera dudarlo.

Esa dulce sinfonía de altos y bajos, de momentos de emoción y suavidad que sonaban acompañando al baile, mi mano en tu costado y la tuya sobre mi hombro, con las miradas puestas sobre el otro, unas brillantes esmeraldas risueñas decoradas por suaves risas que escapaban de tus labios, reflejadas en unos profundos mares color zafiro que brillaban con cada suave risa.

Nuestros cuerpo se balanceaban y avanzaban con suavidad, delicadeza hasta en el más sutil movimiento que nacía con total naturalidad, la suave melodía que acompañaba a la pareja en el suave movimiento de sus cuerpos, que cuando la música se aproximaba a tomar más fuerza y acelerar su ritmo no parecía preocuparles, solo cuando el punto de la música más alto llegó empezaron a desplazarse con más velocidad por el salón, entre giros coordinados y como el más alto levantaba en los cielos al más bajo como si fuera una simple pluma vestida de blanco.

Entrelazando sus manos donde un brillante anillo de compromiso afianzaba la unión consolidada hace un par de horas por los dos cuerpos que se movían sobre los pulcros pisos.

Sus rostros se iban acercando aún más cuando el más alto había bajado de los cielos a su nuevo ángel favorito, apegándolo a su cuerpo con miedo de que volviera a salir volando, aún posando su mano por encima de la altura de la cadera, aún dando vueltas por el gran salón casi arrastrando al dueño de esos cabellos oscuros que parecía perplejo por la belleza que podía mostrar una persona solo al ritmo de una bella sinfonía que te cuenta mil cosas sin decir ni una sola palabra.

Cuando la música fue calmando sus pasos y sus cuerpos se volvían a alejar para hacer girar sobre sus pies al menor, fue acercado con delicadeza y sin ninguna clase de indirecta de querer alejarse hacia el cuerpo contrario, que al rozarse uno con otro aún entrelazando sus manos, unieron sus labios en un inocente beso que solo demostraba dulzura entre todas las miradas que habían observado el baile de la pareja vacilantes hacia lo que sus ojos miraban.

Aquella mujer de largos cabellos rosados que sin expresión en su rostro sintió sus ojos cristalizarse en mucho tiempo, que no dudó en secar cualquier rastro de evidencia aún cuando su rostro no expresara si eran lágrimas de tristeza o verdadera felicidad, solo cuando aquel rubio que se había vuelto una razón inconclusa del porque no renunció a su vida le dio una suave mirada fue que ella le devolvió una dulce sonrisa.

Cerca de aquella mujer se encontraban esa pareja ya ligeramente envejecida por los años padres de aquel de cabellos azabaches, aquel albino que por fin podía suspirar con tranquilidad cuando sintió algo nuevo en su interior, esa paz que no había encontrado en años, eso que no tenía y solo lo hacía sentir culpa cada día, después de cuantos años sentía que por fin y aunque no hubiera ayudado en nada, su único orgullo ya podía ser feliz.

Junto a aquel hombre un padre alto y de seria expresión solo bajo su cabeza y suspiro, no se sentía capaz de liberarse de la culpa de no haber estado por largos momentos y solo llegar cuando ya se había vuelto un problema tan grande que no sanaría fácil, solo podía permanecer jurándose a él mismo que no permitiría que volviera a ocurrir a nadie de quienes amaba vivir algo así, y aunque se le volviera casi imposible se juraba así mismo que esas sonrisas que veía recientemente en el rostro de su hijo permanecieran por prolongados años más.

Entre el resto de los familiares de ambas partes se encontraba una cabellera de tonos morados junto a una rubia que mantenía una dulce sonrisa en su rostro, en sus brazos cargaba a una pequeña niña que miraba con ojos brillantes el gran salón y al par de príncipes que bailaban como si fueran a levantarse del suelo, casi como un sueño, uno muy bello y de blancas y altas paredes mármoleadas.

La pequeña niña solo miraba con ilusión ese gran salón iluminado, que al recostar su cabeza en el hombro de su madre le demoró un par de segundos ir cerrando sus ojos para ahogarse en ese bello sueño. Cuando la pequeña se había quedado dormida fue entregada a los brazos de su abuela de baja estatura y cabellos rosados.

Solo cuando la pareja se había quedado sola, la más baja y de cabellos morados le ofreció su mano a aquella rubia que con una dulce mirada tomo la invitación a un baile soltando suaves risas junto a la ligera soberbia de su acompañante.

Solo alejado de la multitud se encontraba un viejo hombre, ligeramente más alto que los demás, sabias con solo mirarlo que era un viejo alpha que se apellidaba Hiragi, aquel hombre suspiraba dándole la espalda al gran salón y a la fuente de atención de todas las miradas, solo cuando volvió su cuerpo para mirar por ultimaba vez a aquel que logro lo que en su vida nunca pudo, solo para darse cuenta que esos ojos esmeralda los miraba con una dulzura que nunca antes sintió y quedaba grabada en su mente esa suave expresión.

Mirando sus desgastadas manos vio ese anillo dorado que aún mantenía en su dedo, quitándolo sin dudar ni un momento más solo suspiró recordando todo lo que no fue y pudo ser si hubiera rechazado esa propuesta hace tantas décadas ya, suspiró nuevamente, su primer error desencadenó años de sufrimiento a muchos más, y ese error no había sido el de casarse, si no el de no haber aceptado que solo era un alpha de tipo c y no un purasangre pero igual de miserable al no interponerse en nada de lo que decía esa alpha tipo S que decía ser su esposa.

Solo volvió a suspirar avanzando hacia la oscuridad de los jardines dejando caer aquel círculo dorado.

__
2

If You Were Here. Mikayuu.AU editando Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin