Capitulo 38.

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Las palabras se hicieron ausentes y sus lágrimas fueron borradas, para plantar una sonrisa en sus labios que hacían escapar ciertas risas.

— ¡te reto a saltar el cercado! Si no lo logras me debes una salida de compras.. — habló el azabache con cierta sonrisa en sus labios y una mirada desafiante a la cual el rubio no se pudo negar.

— ¡Ja, te arrepentirás y tendrás que tú pagar cualquier cosa que te pida! — soltó sin dudarlo por el momento.

Quitándose la prenda superior del traje para tirarlo aún lado aterrizando en el rostro del menor con una queja casi por segundos de diferencia, riendo entre dientes con una burla muy obvia lanzó la chaqueta para el otro lado del cercado, observando como aún el ojiazul no podía levantar la pierna para pasarla al otro lado. Y como si fuera tan sencillo el menor arremangó sus mangas con total fluidez en su movimientos escaló la cerca aterrizando en el suelo de un salto aguantándose el dolor en sus pantorrillas por el mal aterrizaje y dándole una mirada de burla cuando el rubio intentó imitarlo cayendo en un golpe sordo al suelo.

No fueron pocos los segundos que el Ichinose estalló en carcajadas en vez de preocuparse o ir a ayudar a su acompañante, casi ahogándose y encogiéndose de hombros al intentar respirar.

(...)

Caminaban por las calles iluminadas, entre extensos terrenos con decoraciones llamativas en un intento por demostrar quien tenía más dinero para pagarlas, el césped bien cuidado y una fiesta algo ruidosa por cada extenso tramo de terreno que era cada una de las mansiones.

Un río dividía los pies de aquel cerro de extenso prado, donde de un lado la forestación gobernaba y del otro las grandes mansiones mostraban sus lujos como una pelea de pavos reales, entre luces, colores y floridos jardines que solo estaban para que el dueño los mirara desde una ventana una vez al mes si era algo.

— ¡el que llegue primero al puente gana! — gritó el rubio al sacar de sus pensamientos a su acompáñate.

Corriendo casi por instinto por la calle despejada, con solo sus risas en el aire y con el azabache ganando la carrera si no fuera por el agarre que sujeto con fuerza su cintura y lo apego a un cálido pecho, en medio de la calle, en aquel puente por donde el agua corría con algo de brutalidad.

— eres un tramposo — entre risas se dejó caer hacia atrás aún en sus brazos dando vueltas al sostener sus manos.

Entre mareos se apegaron uno al otro en un abrazo pegando su frente a la contraria, chocando con suavidad la punta de sus narices y entre pequeñas risas que se volvían suaves cuando su respiración se sentía más calmada, sus labios no se demoraron mucho más en unirse con tal desesperación de parte de ambos, entre placer que se forma con suaves toques, la piel del omega se eriza con cada rose que dan sus manos directas en su piel.

El sonido repetitivo del celular se hizo presente entre ambos, arruinando la atmósfera y más aún cuando él azabache pudo sentir que el sonido provenía de la pierna que estaba entre las suyas, sin poder evitar reír contra los labios del alpha que tanto deseaba en ese momento.

— ¿no deberías contestar? — el azabache escondió su rostro en el cuello del alpha más alto, aferrándose a su cuerpo.

— ¿para que? .. seguramente solo será para regañarme— río suavemente apoyando su cabeza sobre la del menor rodeando su cuerpo.

Llamada tras llamada, interrumpiendo cada momento por cada calle que llegaban a avanzar caminando, por un momento se detuvieron, cuando la paciencia del rubio ya no resistía más. Tomó su celular del bolsillo de su pantalón lanzándolo por sobre unos altos arbustos que no dejaba ver la fiesta que se armaba en esa gran mansión. Hubieran seguido caminando si no fuera por el grito y las maldiciones que alguien lanzó al aire cuando el sonido sordo de la caída del celular resonó, solo les quedó entre risas que no fueron disimuladas salir corriendo lo más rápido que lograron entre las calles antes de llegar a partes más transitadas.

(...)

Caminaron por largas calles, jugaron en pequeñas plazas que se cruzaron, se retaron continuamente y las risas no se detuvieron entre ambos, el cansancio llegó cada vez más. El miedo en el azabache creció sin querer ir a dormirse para luego despertar en su profunda tristeza, en ese presente donde él rubio se casaría en unas semanas, en donde había sido maltratado por años, donde era tratado como las sobras de un alpha. No quería volver a su realidad rutinaria de cada día.

— ¿podríamos quedarnos así para siempre? — el azabache se dejó caer en el hombro del rubio siendo recibido con su calidez.

Ambos sentados en la parte trasera de un taxi que los llevaba a su destino conocido por solo el alpha.

— no sabes cuantas disculpas tengo que darte, cada error que cometí .. cada. .. — fue callado por una simple caricia que hizo temblar a todo su cuerpo.

El rubio pudo sentir latir su corazón por sobre su pecho, esa voz que sentía un control sobre lo salvaje que podía hacer, ese sentimiento de querer proteger a ese pequeño cuerpo y aferrarse para nunca soltarlo.

Se bajaron calles antes de su destino final, solo para ir caminando por las calles que se encontraban en silencio, dados de la mano entre pequeñas caricias que brindaban sus dedos a la mano ajena, esas sutiles feromonas que rodeaban su atmósfera donde solo estaban ellos dos y nada más.

Entraron a un gran edificó donde hasta la sala de estar podía ser todo un departamento  de tamaño "normal".

El rubio camino despreocupado en dirección al ascensor si no hubiera sido detenido por las suaves risas de su acompañante, que se dirijo hacia la puerta que abría a las escaleras, ese sutil temor infantil creció en el menor al ver la oscuridad de las escaleras que se dirigían al subterráneo subiendo las escaleras de forma acelerada como si algo lo estuviera siguiendo además del alpha que no era menor a una bestia en su opinión.

— ¡espera!¡son solo 7 pisos! Terminaras lanzándote por la azotea a ese paso! — decía el rubio que aunque su cuerpo estuviera en forma le faltaba el aliento.

— ¡prefiero eso a mirar para atrás!— y como un niño tuvo que atraparlo a la fuerza para que se detuviera y se adentraran en el pasillo del piso 6  caminando hasta el respectivo departamento donde el rubio mantenía su estadía en el país.

Solo ya dentro del departamento y seguro de que no había un demonio en la escalera el rubio pudo explicarle con tranquilidad que esas luces se encendían con el movimiento y no se apagaban por un demonio.

If You Were Here. Mikayuu.AU editando Where stories live. Discover now