Capitulo 40.

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— tú — las manos del mayor temblaban aunque su agarre fuera firme.— tú. ¿Qué crees recordar? — los azules ojos desolados que volvían a tener ese brillo se topaban con las cansadas esmeraldas que parecían volver a tener energía para llorar mares nuevamente. — por favor, háblame Yuichiro. — las manos del menor se mantenían sujetas a los costados de su cabeza chocando sus frentes y mezclando sus respiraciones.

— yo — el azabache dudo por unos momentos apretando sus puños  mordiendo con desesperación su labio inferior al sentir como el aroma del alpha se impregnaba en sus ropas con la cercanía. — yo recuerdo a un niño de cabellos ondulados de color dorado y unos grandes ojos que se iluminaban como un par de zafiros a contraluz.— sus esmeraldas se reflejaron en los ojos contrarios que hacían que  su respiración se agitara — tan bellos como tus ojos con ese dorado cabello tan sedoso como el tuyo. Con esa expresión tan desesperada por encontrar algo de felicidad, y esas firmes pero tan dulces palabras. —

El agarre del rubio se tensó por unos momentos para hacerse más ligero hasta soltarlo por completo, el Ichinose se vio dudoso de escapar cuando el rubio bajo su mirada y escondió el rostro en su pecho. Las manos del menor se guiaron por sí solas hacia sus mejillas alzando su mirada zafiro inundaba en agua como el mismo mar de saladas, limpiando las que alcanzaron a escapar con sus dedos dando gentiles caricias.

(...)

Los labios del mayor acariciaron cada cicatriz de pequeños rasguños que pasarían disimulados si no fuera por la exagerada cantidad de ellos por la gran zona que abarcaban sus brazos y pecho del menor. Sus labios con suavidad recorrieron cada parte de ese delgado cuerpo que se calentaba con una de sus simples miradas, sus pieles parecían una bella pintura entre el contraste de los tonos pálidos y sutilmente morenos, sus manos encajaban perfectamente entrelazando cada uno de sus dedos, sus labios desesperados por volver a tocarse en cada momento que se encontraban separados.

Los pantalones del menor fueron retirados, el azabache con el rubio entre sus piernas miraba el techo grisáceo como si fuera lo más interesante del mundo al intentar ocultar toda esa vergüenza que se demostraba en el marcado rubor de su rostro. Los dedos del alpha acariciaron sus piernas trazando esas cicatrices que se veían algo más recientes al marcarse con exageración en sus rodillas.

No podía decir que su piel era la más perfecta entre las cicatrices, la más suave entre el maltrato constante que recibió, no era una piel lechosa ni aún menos envidiada por alguien y más de una vez al mirarse en el espejo intentaba ocultar cada imperfección, pero siéndole siempre imposible. La vergüenza crecía en su garganta al verse tan descubierto frente de un ser que parecía la misma perfección absoluta con esa belleza que resplandecía en su mirada, hasta esas tan bellas palabras que le hacían nublar sus inseguridades.

— eres muy bello Yu chan— los zafiros brillaron en contra de la luna, apretando el corazón del menor que lo hizo saltar a su brazos.

Sus brazos rodearon el cuello adornado por cabellos rubios, besándolo con algo  de torpeza por la impulsividad de sus acciones, el rubio no lo retuvo continuando su mismo ritmo al terminar de desnudar al omega que se encontraba bajo su cuerpo. Entre pequeñas risas jugueteaban, se provocan uno al otro  de una forma que le hacía soltar algunas risas a cada uno, que hasta en el silencio más profundo se volvía el más cómodo, el de ojos esmeraldas concedió su permiso para continuar en un susurro que provocó cierta sensaciones en el cuerpo del alpha como si de un adolescente se tratase,  antes de retirar las únicas prendas que le quedaban con la ayuda de las manos contrarias.

Sus cuerpos encajaban perfectamente uno para el otro, que al mayor introducirse dentro del pequeño cuerpo liberó un  agudo gemido que hizo que la tensión de su  cuerpo se esfumara. Un gruñido liberó los nervios y el miedo de dañar al cuerpo de su amado, que a esa expresión tan desesperada por querer lo que él quería darle no pudo negarse.

Los suaves movimientos duraron poco antes de volverse más salvajes entre los besos y caricias ansiosas que se daban mutuamente, la piel del menor se fue decorando de mordidas que no tenían intención de dañarlo si no que dejar un recuerdo de lo ocurrido para él omega y para quien se atreviera a mirarlo más de lo decente.

Las uñas del menor se clavaron por momentos en la espalda del alpha que estaba sobre y dentro de él de una forma tan placentera para que hasta su propia voz lo traicionara al soltar tales sonidos tan obscenos de los supuestos labios de un omega que permanecería "virgen" hasta el matrimonio, si es que ese concepto en verdad importaba cuando su ex prometido se follaba a cualquier omega o beta que encontraba siendo el la única excepción que era usado para desahogarse o entretención, pero ya no le importaba en ese momento.

Entre gruñidos y gemidos la habitación se inundaba de esos candentes aromas que se desprendían de sus cuerpos con intenciones de calentar al contrario, siendo un par de adultos  para la ley se comportaban como un par de adolescentes hormonales. Sudados y marcando su territorio sobre la piel que había experimentado las heridas que en esos momentos parecían desvanecerse, los largos dedos del Tepes apretaron sin mucha compasión la suave piel, sus caninos que parecían los de un bestia acariciaban la yugular del omega sin intensiones de atravesar la piel si no que causar cosquillas que mantenían la atención de esas esmeraldas sobre los ojos zafiro,  sus  miradas se mantenían conectadas  aun cuando sus manos continuaban sus caricias que relajaban ese pequeño cuerpo.

Esa mirada ígnea que lo atravesaba y hacía que su cuerpo se estremeciera al arquear su espalda, esa ola de calidez que extendía todo su cuerpo aferrándose al alpha que había entregado su cuerpo cuando un gemido de los labios del rubio fue liberado al aire donde sus movimientos se volvían intensos, cuando una cálida respiración susurraba en su oído.

— ¿por qué nunca pude superarte? —

(...)

Sus cálidos dedos hacían un camino por su columna llegando hacia su espalda baja que se estremecía. Un delicado tacto recorrían su rostro despejándolo de los cabellos rubios que caían tapándole la vista. Depositando un beso en la frente del azabache recostado sobre las sábanas a la luz de la luna para llegar a sus labios.

If You Were Here. Mikayuu.AU editando Where stories live. Discover now