✓DEMON'S FEARS ⎯⎯ ᴛᴡᴅ

chapter II

—Bienvenidos a Hilltop. 

Esas fueron las primeras palabras de Gregory tras ofrecernos un hueco en su comunidad. Alzó sus manos orgulloso, mientras señalaba todo su alrededor con una sonrisa que me incomodaba por algún motivo. 

Frente a nuestros ojos se situaba una gran mansión, que por lo que nos había explicado el hombre, antes había sido un museo. ¿La verdad? Es que dejé de prestarle atención cuando vi a un niño corretear detrás de una pelota, seguido por otros dos que soltaban risas despreocupadas haciéndome marcar la arruga de mi ceño con fuerza.

El lugar estaba rodeado por coches, haciendo algún tipo de barrera improvisada para los muertos. También había un pequeño cercado con vallas de hierro, pero parecía más decoración que una defensa.

—Increíble. —murmuré atónita provocando la risa victoriosa de Gregory, entonces abrí mi boca de nuevo, destruyendo todo ápice de orgullo que podía tener ese hombre— ¿Cómo coño puede estar este sitio intacto?

Bufé hastiada. Esa gente estaban en una burbuja de falsa seguridad, y no me quedaría a ver como estallaba todo en sangre. Sus defensa eran inexistente, apenas había un par de personas vigilando el perímetro, y ese incompetente muro de vehículos... 

—Se un poco más amable hermanita. —me sobresalté al oír las palabras de mi hermano, demasiado centrada en resoplar y criticar sus nulas defensas. 

Nos adentramos un poco más en la comunidad, alcanzando a ver ahora como casas prefabricadas servían de hogar para familias enteras.

—No entiendo como pueden estar tan tranquilos, si viniera una horda, arrasaría con todo. —abrí mis ojos, sin contener ni un poco mi impresión al ver a un hombre en silla de ruedas— Van a morir. —sentencié en un susurro, alcanzado solo a oir por mi hermano.

—Les ayudaremos, reforzaremos esto. —giró su cuerpo al instante, colocando sus manos firmemente sobre mis hombros—Será nuestro hogar. —y aquella estúpida sonrisa, bastó para hacerme consentir su tonta e idealista petición.

Semanas después 

Habíamos comenzado a construir un nuevo muro. Esta vez uno de verdad. Nos costó hacer entrar en razón a Gregory, pero tras el altercado de la tienda donde tuvimos que salvar su trasero, se dio cuenta que su refugio no resistiría así para siempre. Ya estaba casi más de la mitad del terreno rodeado por altos y robustos troncos de madera. El resto del límite aún se encontraba vallado por coches y furgonetas. Gregory, al que todos nombraron líder sin darse cuenta, nos cedió una de las muchas casas prefabricadas. La mayoría estaban ocupadas por familias, ancianos y niños, y pocos eran los que se habían encontrado cara a cara con los muertos. Habían tenido la suerte, o desgracia, de que por aquella zona tan frondosa circularan pocos enjambres de muertos. No sabía si era por que estaba situado en la cima de una colina, o por que Gregory tenía una maldita flor en el culo. Tras varias discusiones con el hombre, que no eran escasas, le había hecho admitir un dato importante. ¡Jamás había acabado con un muerto! Cuando lo dijo no sabía si tenia que tenerle lástima, o debía estampar su jodida cara contra el impoluto suelo de su mansión.