Despierto antes del amanecer. Mis cosas ya están listas en bolso, una tarea bastante sencilla de hacer por lo poco que tengo. Agarro el paraguas sobre el escritorio, me pongo el buzo y me bajo el gorro de lana hasta la frente.
Al mirarme al espejo apenas si me puedo reconocer. Estoy demasiado pálida. Paso un mechon detras de la oreja, nerviosa, bajo y giro a un lado la cabeza. Sin duda el rubio platinado no es mi color. Pero es que no me quedaba de otra. Misty empezo a vivir un vida nueva, a renacer de las cenizas, y si es que deseaba seguirla me tenia que volver como ella.
Afuera esta lloviendo a cantaros. En el pronostico anunciaron que iba a ser una llovizna leve pero eso no es lo que parece. Me cuelgo el bolso y me pongo las botas de lluvia. Al menos esta vez tengo un paraguas.
Bajo haciendo el menor ruido posible, cruzo el comedor y abro la puerta principal en silencio. Una vez afuera me cuelgo el bolso y abro el paraguas. La polera me protege el cuello del frio y las gotas.
-¡Venecia!
Mierda. Misty.
Me giro enseguida, a sabiendas que es imposible escapar, y la miro. Sus ojos son vidriosos y le tiembla el labio.
-Misty, no pertenezco aquí. Soy una carga.
Tú ya empezaste de nuevo y yo necesito hacer lo mismo. Si sigo quedándome aquí terminarás volviendote resentida conmigo y acabaré sola de nuevo. Ella camina hasta mi y me da un fuerte abrazo, rompiendo en llanto sobre mi hombro.
Antes de tomar esta decisión lo pensé bien. Sabes que ha sido así siempre.
-No me dejes, Venecia...
-Yo nunca te voy a dejar, Misty. Siempre vendré cada vez que pueda y tu me necesites. -esto no debe ser un adiós -Jerry es un buen hombre. Lo sabes tanto como yo. ¿no te das cuenta que sobro?
-Eres mi unica familia... por favor, no te vayas.
Hemos convivido juntas por dos años. Misty estaba trabajando en una librería cuando conoció a Jerry. Ella es demasiado feliz, lo sé. ¿No debería irme ya?
Le doy un último beso en la mejilla y después sigo con mi camino.
