Capítulo 72

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Ariadne me traicionó. No me lo esperaba, yo le contaba todo, o bueno, casi todo. Imagínense mi sorpresa al saber que todo lo que yo le contaba se lo contaba también a su mejor amiga. Por muy amigas que sean las chicas entre ellas, ya sabía yo que no podía confiar en ni una sola mujer, pues esa tal Ashley ahora sabe mucho de mi y es algo que sólo se lo permití saber a una sola persona.

- Me emputa que si yo te diga algo, no puedas cerrar la boca- de la rabia palabras hirientes salían disparadas de mis labios.

- Pero es mi mejor amiga, Ariam...

- La cagaste, Ari. Ya deje de llamarme y no me vuelva a escribir.

- Es que usted tambien tiene que entender a las mujeres, ¿Qué tiene de malo que uno se quiera enamorar?

- Usted también ya debe de conocer a los hombres ¿Qué creyó que me iba a hacer sentir mal?

Dejé en visto todos sus mensajes y la ignoré por el resto del día, de vez en cuando me atrevía a responderle hiriendola más. Tiene que darse cuenta, no existe justificación alguna. Yo no perdono. ¡Y que ahora vaya y pida consejo a su amiga! Para apasiguar el amargo sabor de un corazón roto.

Y fuí de lo más mierda con ella desde ese momento. Esto es lo que uno se gana, decepción y desconfianza, sólo por ser bueno. Una y otra vez, te hacen pedazos y luego te preguntan:

¿Por qué eres así?

- ¿A quien más le has hablado de mí?- quise resolver una duda nacida mucho rato después.

Y aunque me dijo que a nadie más, no le creí. Ya no podría volver a creer en ella nunca más, y se avecinavan cosas peores. No sé por cuántos días estuve enojado por eso, hasta que llegó el punto en qué dejó de hablarme. Dejó de insistir.

La navidad cada vez estaba más serca y junto con ella las festividades. Llegó la noche de acción de gracias, en todo el día ni una sola alma tubo descanso, la servidumbre iba de acá para allá, con bandejas y manteles. Allí siempre se vestía algo elegante, o bueno, decentemente a comparación con mis tenis desgastados y una camisa de los Beatles. Llevaba puesto una camisa de botones manga larga, claro que recogí las mangas para no perder el estilo. Mis zapatos negros estaban limpios, olía a perfume y jabón. Mis jeans de un azul oscuro hacen juego con mi camisa negra, y no, no pienso ir a un funeral. Tanto me gusta el negro que no me dí cuenta y ya había acabado así.

Me detuve en la cocina cuando escuché voces, la servidumbre empezaba a preparar todo para el almuerzo. Contuve el aliento y me congelé al ver la escena ante mis ojos; mi primo Admes se comía (literal) se comía a la hija de una de las sirvientas como si no hubiera mañana. Un beso tan apasionado y compulsivo que me dejó perplejo, estuve a punto de darme media vuelta, lo pensé, cuando me percaté de que tuvieron suerte de haber sido yo quién entrara y no cualquier otra persona.

Me aclaré la garganta llamando su atención, ya hasta había olvidado que iba hacer a la cocina. Mientras ellos se separaban, la joven estaba completamente roja y sin aliento, agachó la cabeza y a la vez se acomodó la falda del uniforme, le escuché decir "lo siento" mientras salía corriendo de la cocina tapando su boca. Me sentí raro, no miré a Admes, no es mi problema. Cogí una manzana del refri porque me encantan las manzanas y le pegué un mordisco camino a la salida, ya me acordé, vine a usmear sobre lo que había en la nevera. Oigan, no me juzguen, es difícil quedarse quieto cuando está a tu disposición un refrigerador grande con algunas frutas y quién sabe si pastel de chocolate. ¡Pastel de chocolate!

Cuando salí me encontré con que mandaban a Marcos a ayudar, y buscar un recado en el cuarto de provisiones.

- Oh no, Jonás. Ni te molestes, ustedes son nuestros invitados- insistió Esteban.

- ¡Tranquilo hombre!- expresó Jonás con aparente amabilidad- que ayude en algo.

Imaginé que Jonás no era de los que se quedan quietos en casas ajenas, a mi también me desagrada no hacer nada y que los demás hagan todo.

- Yo lo acompaño- me ofrecí dando otro mordisco, metiendome de improvisto en la conversación. ¿Qué puedo perder?

- No es tan mala idea- admitió Jonás encurvando la boca en un gesto positivo.

- Bien- Esteban se rindió, seguramente pensando en que hay suficientes sirvientes como para no hacer tal cosa.

Pero Jonás parece terco, se le nota. Miré a Marcos por el rabillo del ojo mientras masticaba, él se mostraba inexpresivo y no decía una sola palabra.

- Está bien- dijo por fin.

Y como si Jonás esperase su aprobación le dió unas palmaditas (palmadotas mejor dicho) en la espalda para alentarlo a caminar, y así lo hicimos.

- No tenías que venir- me dijo una vez dentro del almacén- sé perfectamente donde están las provisiones.

- ¿Ah sí? ¿Y porque ibas a doblar por el pasillo opuesto hace rato?

Seguimos buscando y amontonamos dos pilas de bolsas para llevárselas a la Cheff, una mujer gorda que me recordaba a tronchatoro y trataba de igual manera a su hija como si de Matilda se tratase, en varías ocasiones la chica se reprimía de la vergüenza y la humillación, pero delante de algún miembro de nuestra familia se mantenían firmes, pulcros, y falsos. Siempre mostrando un gran respeto hacia los amos.

- Creo que eso es todo- dijo Marcos mirándome, siempre con cara de pocos amigos pero ni tan desagradable me parecía ahora, tal vez me acostumbré a verlo más seguido con el tiempo que nos habían obligado a acercarnos.

Por su mirada sentí que esperaba una respuesta, y se la dí.

- Sí, así está bien.

Miré hacía el suelo dispuesto a levantar mi parte cuando el sobresalto de Marcos me alertó.

- ¿Qué fue eso?- dijo.

Ahora me encontraba mirándole con el ceño fruncido, a mitad de mi recorrido entre el suelo y yo me levanté completamente para mirarlo mejor.

- Yo no escuché nada- dije confundido, ¿Qué rayos le pasaba?

- No, es en serio...- se volteó rápido hacia la puerta e intento abrirla.

¡La puta puerta no se abría!

Me acerqué para ayudarle, seguro estaba paranoico, tan paranoico como su actitud me ponía a mi.

- Apartate de ahí- ordené como si no supiera hacer nada bueno en este mundo, empezaba a hacer frío.

La habitación rondaba las cifras menores a 30° para mantener todas las provisiones en buen estado, las paderes blancas empezaban a ponerme nervioso, el insistente agite del cerrojo de la puerta era desesperante, era imposible.

- Marcos,- le dije primero- ¿Dejaste la puerta recostada?

- Solo un poco.

Sonreí sin mostrar los dientes.

- Marcos... ¡La puta puerta se abre desde fuera!


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¡Holaaa chicxs!!!

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Con mucho cariño, 👊
Ara.D

Bipolar© [Completa✔️]Where stories live. Discover now