Capítulo 75

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Mientras una ráfaga de viento daba inicio a la noche que se repetiría una y otra vez en mis futuras pesadillas, una sensación de irrealidad vagaba por mi subconsciente al imaginarme el gatillo, que durante medio segundo tras el impacto lograba escuchar el sonido de un mosquito en mis oídos acompañado de la oscuridad absoluta. Pensé en que imaginaria una y otra vez este momento sólo que con un pequeñísimo problema, y ese era que si aquello llegaba a suceder no tendría la mínima posibilidad de imagiarmelo. ¿Y si no? Y si no terminaría imaginando que yo fuí el que disparó primero, pero daba la casualidad de que las cosas siempre suceden como uno menos se las imagina, y eso fue exactamente lo que me sucedió a mí.

— Esto no tiene porqué terminar así— dije con la esperanza de que bajara el arma.

— Tranquilo, claro que no terminará así— me sonrió con tristeza, con un vacío en su mirada que hasta yo sentí.

Le dejé ver la total confusión en mi rostro sin siquiera disimular un poco. Marcos no dijo nada, y casi instantáneamente se desató en su mirada una cascada desenfrenada; lágrimas, mientras trató de decir algo y no pudo se llevó la pistola hacía un lado de su cabeza. En cuestión de segundos Marcos murió.

— ¡NOOO!— lancé un grito casi desgarrador, desesperado al momento del impacto, sin poder dar crédito a lo que veían mis ojos.

Corrí hasta él soltando el arma que tenía en la mano solo para poder sostenerle, tenía que ser una mentira. Todo aquello era una gran mentira. ¡Quiero despertar ya!, Pero la sangre en mi ropa es tan real como todo aquello que parecía mentira, estaba viviendo mi más horrible pesadilla y no lo sabía, no sabía, porque también empecé a llorar. Gritos ahogados en lágrimas se vieron opacados por el sonido de otro disparo a mis espaldas y temble, luego de sentir unas manos frías en mis hombros me di cuenta que no quería soltarlo.

— ¡Ariam! ¿Qué estás haciendo?— decía una voz lejana a mí, y el que estaba lejos era yo— ¡ARIAM! Tienes que irte— volvió a decir.

Lejos, yo estaba tan lejos de todo aquello pero a la vez tan consciente de que ese segundo disparo fue hacía mí tío, que era más bien la figura del padre al que yo anhelaba. El joven me obligó a mirarle la cara cuando yo no quería voltear, tomando mi rostro con sus dos manos mis ojos se encontraron con los suyos. Era mi hermano, Arwen.

— ¡Ariam, reacciona! Tienes que irte— él estaba sudando, nervioso.

Todo volvió de golpe a mi, cerré los ojos un segundo al volver a ver el cadáver en mis manos, todo era tan triste, ¿Por qué alguien haría una cosa así? Levanté mi mano hacía su cara y cerré aquellos ojos grises que parecían mirarme, aquellos ojos que siempre habían visto al mundo con arrogancia dando a su faz un toque de ego, y del más puro de los sarcasmos.

Ahora aquellos mismos ojos no me decían nada.

— No nos queda mucho tiempo, huye— decía Arwen con urgencia.

— ¿Y tú qué harás?— pregunté preocupado, ya de pie.

— No te preocupes por mí, ¡Solo vete!— me empujó.

Ya en la distancia seguí escuchando una vez más "¡Huye, huye y no vuelvas!" Y todo lo que conocía hasta ahora se derrumbó en un instante.

Y allí estaba yo, corriendo como nunca antes lo había hecho, con dolor, con ansías, dudas, miedos y temores que nunca se habían visto en mi mirada. No tenía miedo a morir, porque quizás el morir no sea el verdadero fin y justo por ello todos llegamos a tenerle miedo a la muerte, deseando creer en un Dios al cuál habíamos olvidado hasta el momento en que más lo necesitábamos, mirando el último rostro de nuestro asesino antes de morir, o en brazos de un ser amado. Muchos mueren sólos, otros mueren acompañados. Y hay quienes reciben como si nada el último llamado.

Bipolar© [Completa✔️]Where stories live. Discover now