Capitulo 10

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Poché no subió a casa inmediatamente después de ver la película. Se quedó de pie en la acera, bajo el cálido y esponjoso aire de la noche de verano mirando hacia arriba, a su apartamento, en el que había vivido de niña hasta que se había ido ala universidad a Boston, y del que se había vuelto a ir para comprar canela enrama porque la molida no servía. Lo único que había allá arriba, en aquel piso dedos habitaciones, era soledad sin tregua. Tenía diecinueve años otra vez y entraba en una cocina en la que la sangre de su madre formaba un charco que se metía por debajo de la nevera o, si intentaba alejar aquellas imágenes, escuchaba alguna noticia en el metro y oía hablar de más crímenes: fruto del calor, dirían en Team Coverage. Crímenes fruto del calor. Hubo un tiempo en que eso hacía sonreír a María José. Sopesó la posibilidad de enviarle un mensaje a Don, su entrenador de lucha, para ver si le apetecía una cerveza y unas cuantas llaves en un combate cuerpo acuerpo en la cama, frente a la alternativa de dejar que algún gracioso nocturno trajeado le echase una mano sin ocupar el baño por la mañana. Pero había otra opción. 

Veinte minutos después, en su sala de brigada de la comisaría completamente vacía, la detective giraba su silla para contemplar la pizarra blanca. Ya lo había pulido en su cabeza, tenía todos los elementos disponibles hasta la fecha pegados y garabateados dentro de ese marco en el que aún no se veía ningún cuadro: la lista de las correspondencias de las huellas dactilares, la tarjeta verde de cinco por siete con sus apartados de las coartadas de Kimberly Starr y sus vidas anteriores, fotos del cadáver de Matthew Starr tras estrellarse contra la acera, fotos del Departamento Forense de la marca del puñetazo en el torso de Starr con la peculiar forma hexagonal dejada por un anillo. Se levantó y se acercó a la foto de la marca del anillo. Más que analizar el tamaño y la forma, la detective la escuchó a sabiendas de que, en cualquier momento, cualquiera de las pruebas podía ponerse a hablar. Esa foto, más que cualquiera de las otras pruebas de la pizarra, le estaba susurrando algo. La había tenido en el oído todo el día y su susurro era el sonido que la había llevado a la sala de brigada en la tranquilidad de la noche para poder escuchar con claridad. Su susurro era una pregunta: «¿Por qué un asesino que lanzaba a un hombre por un balcón, lo agredía además con inofensivos puñetazos?» . Aquellas marcas no eran contusiones al azar resultantes de cualquier refriega. Eran precisas y claras, algunas hasta se superponían. Don, su instructor de lucha, llamaba a eso «pintar» al contrincante. Una de las primeras cosas que María José había emprendido cuando se hizo con el mando de su unidad de homicidios era un sistema que facilitaba compartirla información. Entró en el servidor y abrió el archivo VILLALOBOS sólo de lectura.

Se desplazó por las páginas hasta llegar a la entrevista del portero del Guilford como testigo. Adoraba a Villalobos, pensó. Su habilidad con el teclado era una mierda, pero tomaba notas maravillosas y hacía preguntas certeras. 

P: ¿Salió la vict. Del edif. X la mañana? 

R: N. 

Poché cerró el archivo de Villalobos y miró el reloj. Podía enviarle un mensaje a su jefe, pero cabía la posibilidad de que no lo viera. Quizá estuviera durmiendo. Tamborilear con los dedos en el teléfono sólo conseguía que se hiciera más tarde, así que marcó su número. Al cuarto tono, Poché se aclaró la garganta, preparándose para dejar un mensaje de voz, pero García contestó. Su saludo no sonaba somnoliento y se oía la previsión meteorológica en la televisión.

 —Espero que no sea demasiado tarde para llamar, capitán. 

—Si es demasiado tarde para llamar, también lo es para tener esperanza. ¿Qué sucede?.

—He venido a echar un ojo al vídeo de la cámara de vigilancia del Guilford, pero no está aquí. ¿Sabe dónde está?—Su jefe tapó el teléfono y le dijo algo a su esposa, con la voz amortiguada. Cuando volvió con Poché, ya no se oía la televisión. 

Ola De Calor (Caché)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora