Capitulo 4

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Los pasos de María José resonaban tras ella por el túnel de hormigón mientras corría. El pasadizo era ancho y alto, lo suficientemente grande para que entraran camiones con los materiales para las exposiciones de los dos museos del complejo: el Museo Americano de Historia Natural y el Centro Rose de la Tierra y el Espacio, o lo que es lo mismo, el Planetario. La luz anaranjada de las lámparas de vapor de sodio aportaba una buena iluminación, aunque ella no podía ver lo que estaba sucediendo más allá, al otro lado de la curva de la pared. Tampoco se cruzó con ningún otro visitante y, al girar, supo por qué. El túnel no tenía salida, acababa en un muelle de carga y allí no había nadie. Subió a grandes zancadas hasta la plataforma de carga, en la que había dos puertas: una para el Museo de Historia Natural a la derecha, y otra para el Planetario a la izquierda. Hizo una elección zen y empujó la barra de la puerta del Museo de Historia Natural. Estaba cerrada. Al infierno el instinto, se guiaría por el proceso de eliminación. La puerta que daba al muelle de carga del Planetario se abrió. Empuñó su pistola y entró. 

Garzón entró en posición weaver, manteniendo la espalda pegada a una hilera de cajas. Su entrenador de la academia la había instruido para usar la isósceles, más cuadrada y sólida, pero en sitios pequeños en los que tenía que hacer muchos giros no le hacía caso y adoptaba la posición que le permitía moverse mejor y que la ponía menos a tiro. Registró la sala con rapidez, sobresaltándose sólo una vez por un traje espacial del Apolo que estaba colgado de un viejo expositor. En la esquina más alejada encontró una escalera de servicio. Cuando se estaba acercando, alguien abrió arriba bruscamente una puerta golpeándola contra una pared. Antes de que se cerrara de un portazo, Garzón empezó a subir dedos en dos los escalones. 

Apareció en medio de una marea de visitantes que deambulaban por la planta baja del Planetario. Un monitor de campamento pasó a su lado liderando un grupo de niños con camisetas idénticas. La detective enfundó el arma antes de que aquellos jóvenes ojos se quedaran alucinados con su pistola. Garzón caminó entre ellos con los ojos entornados ante la deslumbrante blancura de la entrada del Planetario y echó un rápido vistazo en busca de Calle o del agresor de Kimberly Starr. 

Sobre un meteorito del tamaño de un rinoceronte divisó a un guardia de seguridad con su radio que señalaba algo: era Calle, que estaba saltando un pasamanos y trepando por una rampa que rodeaba la entrada y discurría en espiral hasta el piso de arriba. A mitad de la rampa, la cabeza de su sospechoso surgió por encima de la reja para mirar hacia atrás y comprobar dónde estaba Calle. Luego empezó a correr con la periodista persiguiéndola.

El cartel decía que estaban en el Camino Cósmico, un camino en espiral de trescientos sesenta grados que marcaba la cronología de la evolución del universo en la longitud de un campo de fútbol. María José recorrió trece mil millones de años a una velocidad récord. En la parte superior de la rampa, mientras sus cuádriceps protestaban, se detuvo para echar otro vistazo. Ni rastro de ninguno delos dos. Entonces oyó gritar a la multitud.

Garzón puso una mano en la funda de su pistola y orbitó bajo la gigante esfera central para ver el elenco del espectáculo espacial. La multitud, alarmada, se apartaba, alejándose de Calle, que estaba en el suelo recibiendo patadas en las costillas por parte de su hombre. El agresor retrocedió para darle otra patada, y al efectuar el cambio de apoyo, Garzón se le acercó por detrás y le puso la zancadilla. Cayó cuan largo era sobre el suelo de mármol. Lo esposó a la velocidad del rayo y la multitud estalló en aplausos. Calle se sentó. 

—Estoy bien, gracias por tu interés. 

—Buen trabajo haciéndole disminuir la velocidad así. ¿Era así como rodabais en Chechenia?.

—El tío me saltó encima cuando tropecé con eso —dijo, señalando una bolsa de la tienda del museo bajo sus pies. Calle la abrió y sacó un pisapapeles de cristal artístico que representaba un planeta—. Mira esto, me he tropezado con Urano. 

Ola De Calor (Caché)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora