Capítulo 50

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Calle y los detectives Ruiz y Villalobos tuvieron que apresurarse para seguir el ritmo de Garzón cuando llegaron a la comisaría. En cuanto entró en la oficina abierta, Poché se fue directa a su mesa y abrió el archivador.

—Vale, ya lo tengo —dijo Calle cuando llegó tras ella—. ¿Cuándo empezó Agda a trabajar para la familia Starr?

—Hace dos años —contestó Garzón, sin molestarse en mirarla a la cara. Estaba ocupada buscando entre las fotos de un archivo.

—¿Y cuándo dijo Casper que habían vendido los cuadros? Es verdad, hace dos años —dijo Calle. Esperó un poco, pero ella siguió mezclando su baraja de fotografías—. Y Agda se llevó los cuadros del Guilford porque no trabaja sola.

Creo que nuestra sueca podría formar parte de alguna red de robo de arte. Una red internacional de robo y falsificación.

—Ajá...

—Es joven, guapa, se introduce en los hogares de la gente rica y tiene acceso a sus obras de arte. Es su hombre topo. Mujer. Niñera.

—¿Y por qué una red internacional de falsificación iba a ser lo suficientemente tonta como para robar un puñado de cuadros falsos?

—No eran falsificaciones cuando las robaron —señaló Daniela, y cruzó los brazos bastante satisfecha consigo misma.

—Ya —dijo la detective—. ¿Y no crees que se habrían dado cuenta si su niñera hubiera salido del apartamento con un cuadro? ¿O que habrían notado el sitio vacío en la pared?

Calle se quedó pensativa, cerrada en banda.

—Tienes preguntas para todo, ¿no?

—Calle, si nosotros no le buscamos los tres pies al gato, los abogados de la defensa lo harán. Por eso necesito construir un caso.

—¿No lo he hecho ya por ti?

—¿No te has dado cuenta de que sigo construyéndolo? —Encontró la fotografía que estaba buscando y la metió en un sobre—. Roach.

Ruiz y Villalobos se acercaron a su mesa.

—Cogeréis el Roachmóvil para hacer un viajecito fuera de la ciudad con esta foto de Gerald Buckley. Id al lugar que mencionó en la oficina forense. No debería de ser difícil de encontrar. Enseñad la foto a ver si alguien lo conoce y volved aquí de nuevo, inmediatamente.

—¿Fuera de la ciudad? ¿Cómo me he perdido eso? Ah, ya, otra vez la exclusión de Buckley —dijo Calle—. Déjame adivinar. ¿Vais a comprobar si Agda mintió sobre lo de la universidad y si en realidad estaba en otro lugar con los cuadros?

—Ruiz, ¿tienes un mapa?

—No necesito ningún mapa.

—No, pero Calle sí —dijo Poché—. Está perdida.

Cuando Ruiz y Villalobos se fueron, retiró el archivo de su mesa. Calle todavía seguía rondándola.

—¿Qué vamos a hacer?

Poché señaló una silla.

—¿Vamos? Nosotras, es decir, tú, vas a aparcar tu trasero de Premio Pulitzer y te vas a quitar de mi camino mientras intento conseguir unas cuantas órdenes judiciales.

Calle se sentó.

—¿Órdenes de arresto? ¿En plural?

—Órdenes de registro, en plural. Necesito dos y una más para pinchar un teléfono —dijo. Miró el reloj y murmuró un juramento—. Ya es mediodía, y las necesito inmediatamente.

Ola De Calor (Caché)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora