Capítulo 32

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La detective Garzón se puso la placa mientras cruzaba la puerta del depósito municipal de coches. Le hizo un gesto al vigilante y éste salió de su diminuta oficina al sol abrasador para señalar la furgoneta de la forense al final del depósito. Poché se volvió para darle las gracias, pero él ya estaba dentro llenando las mangas de su camisa de aire procedente del aparato de aire acondicionado instalado en la ventana.

El sol estaba aún bajo en el cielo, justo iluminando la cima del Centro de Convenciones Javits, y Garzón sintió aquella punzada en la espalda cuando se detuvo para hacer su respiración larga y profunda, su respiración ritual para recordar. Cuando estuvo lista para ver a la víctima, caminó al lado de la larga fila de polvorientos coches aparcados con los parabrisas manchados de grasa hasta el lugar de la investigación. La furgoneta de la forense y otra del Departamento Forense estaban aparcadas cerca de una grúa aún enganchada a un Volvo familiar bastante nuevo, de color verde metalizado. Los técnicos, con monos de color blanco, empolvaban el exterior del Volvo. A medida que Poché se iba acercando, pudo ver el cadáver de una mujer desplomado sobre el asiento del conductor con la parte superior de la cabeza apuntando hacia la puerta abierta del vehículo.

—Siento haber interrumpido su entrenamiento matinal, detective. —Mariana Camacho apareció por la parte de atrás de la furgoneta del Departamento Forense.

—No se te escapa una, ¿verdad?

—Te dije que Daniela Calle no estaba mal. — Poché sonrió y negó con la cabeza. La habían pillado—. Y bien, ¿lo estuvo?

—Desde luego.

—Bien. Me alegra ver que disfrutas de la vida. Los detectives me acaban de contar que la otra noche estuviste cerca.

—Sí, después de lo del Soho House fue todo de mal en peor.

Mariana dio un paso hacia ella.

—¿Estás bien?

—Mejor que el malo.

—Mi niña. —Mariana frunció el ceño y separó el cuello de la camisa de su amiga para ver el cardenal que tenía en el cuello—. Yo diría que anduviste muy cerca. Vamos a tomárnoslo con calma, ¿vale? Ya tengo suficientes clientes, no necesito tenerte a ti también.

—Veré qué puedo hacer —dijo Poché —. Me has sacado de la cama para esto, será mejor que valga la pena. ¿En qué estás trabajando?

—Doña Desconocida. Como te dije, la encontró en su coche el conductor de la grúa cuando vino a recogerlo esta mañana. Creyó que se había asfixiado con el calor.

—¿Una desconocida? ¿En un coche?

—Ya, pero es que no lleva carné de conducir. Ni cartera, ni matrícula, ni papeles.

—Dijiste que habías encontrado algo relacionado con mi caso de Matthew Starr.

—Dale a una chica un poco de sexo, y se convertirá en una impaciente.

Poché enarcó una ceja.

—¿Un poco?

—Y en una fanfarrona. —La forense le pasó a Poché un par de guantes. Mientras se los ponía, Mariana fue a la parte de atrás de su furgoneta y sacó una bolsa de plástico transparente. La cogió por una esquina y la levantó para ponérsela a Poché delante de los ojos.

Dentro había un anillo.

Un anillo en forma de hexágono.

Un anillo que seguramente coincidiría con los cardenales del torso de Matthew Starr.

Ola De Calor (Caché)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora