Capítulo 46

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Calle estaba esperando en la comisaría cuando ella y sebas llegaron.

—Me he enterado de lo de Pochenko —dijo, haciendo una gran reverencia con la cabeza—. Mi más sentido pésame.

Sebas se rió.

—Eh, la Mona Escritora empieza a pillarlo.

Una vez más, Poché ignoró el humor negro.

—Sebas, habla con los que están siguiendo a Miric. El socio conocido de Pochenko. Quiero saber dónde estaba su colega corredor de apuestas cuando le dispararon.

El detective Villalobos se abalanzó sobre los teléfonos. Calle se acercó con un vaso de Dean & De Luca a la mesa de Garzón.

—Toma, te he traído lo de siempre. Un café con leche desnatada y vainilla, doble y sin espuma.

—Ya sabes lo que opino sobre los cafés cursis.

—Y a pesar de todo, te tomas uno todas las mañanas. Qué mujer tan complicada.

Ella se lo arrebató y le dio un sorbo.

—Gracias. Muy considerada. —Su teléfono empezó a sonar—. Y la próxima vez acuérdate de las virutas de chocolate.

—Qué complicada —repitió Calle.

María José contestó. Era Ruiz.

—Dos cosas —dijo—. Agda está esperando en la entrada.

—Gracias, ahora mismo voy. ¿Y la otra?

—Antes de irme a casa anoche, hice una parada en el chino.

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Agda Larsson se había arreglado para la entrevista. Llevaba ropa vintage del East Village y como accesorios un reloj Swatch rosa y blanco de los campeonatos de voley play a en una muñeca y una pulsera de cuerda con nudos en la otra.

Mientras hacía girar uno de los nudos entre el índice y el pulgar, preguntó:

—¿Estoy metida en algún lío?

—No, esto es sólo un formalismo. —Eso era cierto en parte. Con esta entrevista, Poché pretendía básicamente poner los puntos sobre las íes. De todos modos, quería encontrar la respuesta a una cuestión, a aquella que la incomodaba. Se lo preguntaría cuando llegara el momento—. ¿Cómo lleva todo esto? Entre el asesinato y el robo, debe de estar a punto de regresar a Suecia.

Agda movió la cabeza con incredulidad.

—Es bastante desagradable, ¿sí? Pero tenemos asesinatos en mi país, también. Casi doscientos el año pasado, dicen.

—¿En todo el país?

—Sí, ¿no es terrible? Es en todas partes.

—Agda, quiero hacerle unas preguntas sobre la vida dentro de la familia Starr.

Ella asintió lentamente.

—La señora Kimberly dijo que querrían hacerlo cuando le comuniqué que venía aquí.

María José puso la antena.

—¿Le ha advertido que no hablara de esas cosas?

—No, me recomendó que dijera lo que quisiera.

—¿Le dijo eso?

La niñera se rió entre dientes y sacudió su rubia cabellera para que cayera lisa.

—En realidad, dijo que no importaba porque la policía era una incompetente y que no descubrirían nada, aunque les mordiera —contestó Agda. Vio que a Poché no le hacía ninguna gracia y que fruncía el ceño en un inútil intento de parecer seria—. Dice lo que le apetece, la señora Starr.

Ola De Calor (Caché)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora