Capitulo 2

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Mariana Camacho, con su mano enguantada, retiró la sábana para que su amiga María José pudiera ver el cadáver tendido en la acera. La detective echó un vistazo y apartó rápidamente la mirada.

—No tiene cara, así que peinaremos la zona en busca de alguna pieza dental; la verdad es que no hay mucho más que sirva para identificarlo después de un golpe así. ¿Es ahí donde aterrizó?—Pregunto la detective Garzón 

—Allí. —La forense señaló la zona reservada para los camareros de la cafetería, situada a unos cuantos metros de allí. Se había hundido con tanta fuerza que estaba partida en dos. Las violentas salpicaduras de hielo y sangre y a se habían cocido sobre la acera en los minutos transcurridos tras la caída. Mientras María José  daba unas cuantas vueltas por el lugar, se dio cuenta de que las sombrillas de la cafetería y las paredes de piedra del edificio también tenían manchas desangre seca, hielo y trozos de servilletas de papel. Se acercó a los restos lo máximo que se atrevió sin contaminar el escenario y miró hacia arriba.

—It's Raining Men. 

María José Garzón ni siquiera se volvió. Se limitó a pronunciar su nombre, suspirando:

—Daniela Calle.

—Aleluya. —Continuó sonriendo hasta que ella, finalmente, miró hacia donde se encontraba, sacudiendo la cabeza—. ¿Qué? No pasa nada, no creo que pueda oírme.

Se preguntó qué habría hecho en su otra vida para tener que aguantar a esa tía. Y no era la primera vez durante ese mes que se lo preguntaba. Su trabajo ya era lo suficientemente duro si se hacía como era debido. Si encima se le añadía una periodista graciosilla que jugaba a ser policía, el día no se acababa nunca. Retrocedió hasta las jardineras que delimitaban el perímetro de la terraza y miró de nuevo hacia arriba. Calle la acompañó. 

—Habría llegado antes si no fuera porque alguien no me llamó. Si no hubiera llamado a Villalobos, me lo habría perdido.

—Al parecer, las desgracias nunca vienen solas. 

—Tu sarcasmo me deja sin palabras. Mira, no puedo documentarme para escribir mi artículo sobre lo mejor de Nueva York si no tengo acceso, y mi acuerdo con el inspector establece explícitamente que... 

—Créeme, sé cuál es tu acuerdo. Lo he vivido día y noche. Llegas para observar todos mis homicidios como si fueras un detective de verdad que trabaja para ganarse la vida. 

—Así que te olvidaste. Acepto tus disculpas. 

—No me olvidé, y yo no he oído ninguna disculpa. Al menos no por mi parte. 

—La he intuido. Subliminalmente. 

—Algún día me vas a contar qué favor le has hecho al alcalde para que te permitan acompañarnos. 

—Lo siento, detective Garzón, soy periodista, y eso es estrictamente extraoficial.

—¿Decidiste no publicar un artículo que lo hacía quedar mal? 

—Sí. Dios, siempre consigues sonsacarme. Pero no diré ni una palabra más. 

El detective Villalobos finalizó el interrogatorio al ayudante de camarero, y María José le hizo señas para que se acercara. 

—Me he cruzado con un portero de este edificio que parecía estar teniendo un día muy malo. Ve a interrogarle; a ver si conoce a nuestro hombre anónimo.— Le ordeno a Villalobos.

Cuando se dio la vuelta, Calle tenía las manos enroscadas formando una especie de prismáticos de carne y hueso y miraba hacia el edificio de arriba, ignorando la cafetería. 

Ola De Calor (Caché)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora