Capitulo 3

5.1K 280 39
                                    

—Una vez más, señora Starr, lamento su pérdida. 

—Gracias, detective —dijo con una voz de ultratumba. 

Se sentó de forma remilgada, se alisó los pliegues de su vestido de tirantes y luego esperó, inmóvil, a excepción del pañuelo de papel que retorcía distraídamente en su regazo.

—Sé que éste no es el mejor momento, pero tengo que hacerle algunas preguntas. 

—Lo entiendo. 

De nuevo esa voz abandonada, mesurada, lejana... ¿y qué más?, se preguntó Garzón. Sí, recatada. La detective le quitó el capuchón al bolígrafo. 

—¿Estaban aquí usted o su hijo cuando sucedió? 

—No, gracias a Dios. Habíamos salido. 

María José hizo una breve anotación y cruzó las manos. Kimberly esperó, haciendo rodar una cuenta de ónix negro de su collar de David Yurman. Luego llenó el silencio

—: Fuimos a Dino-Bites, en Amsterdam. Tomamos sopa de alquitrán helada. En realidad es helado de chocolate derretido con gomisaurios. Matty adora la sopa de alquitrán. Calle se sentó en la orejera Chippendale, tapizada en tul, frente a Garzón. 

—¿Sabe si había alguien más en casa?.

—No, creo que no. 

Parecía como si acabara de reparar en él.

—¿Nos conocemos? Me resulta familiar. 

María José se apresuró a cerrar ese flanco. 

—La señorita Calle es periodista. Escribe en una revista y está trabajando con nosotros en algo extraoficial. Muy extraoficial. 

—Una periodista... No irá a escribir un artículo sobre mi marido, ¿verdad?. 

—No. No específicamente. Sólo estoy haciendo una investigación general sobre esta brigada. 

—Mejor, porque a mi marido no le habría gustado. Creía que todos los periodistas eran unos gilipollas. 

María José le dijo que la entendía perfectamente, aunque a quien estaba mirando era a Calle. Luego continuó. 

—¿Había notado usted algún cambio en el estado de ánimo o en el comportamiento de su marido últimamente? 

—Matt no se ha suicidado, no siga por ahí. 

Su postura recatada y pija se esfumó en un destello de enfado. 

—Señora Starr, sólo queremos tener en cuenta todas las... 

—¡No siga! Mi marido me amaba, y también a nuestro hijo. Amaba la vida. Estaba construyendo un edificio bajo de uso mixto con tecnología ecológica, por el amor de Dios. 

Unas gotas de sudor afloraron bajo los laterales de su flequillo 

—¿Por qué se dedica a preguntar estupideces cuando podría estar buscando a su asesino?.

La agente Garzón dejó que se desahogara. Había vivido esto suficientes veces como para saber que los más serenos eran los que tenían una ira más efervescente.

¿O se estaba acordando de cuando ella misma había estado sentada en circunstancias similares, con diecinueve años, cuando de repente todo su mundo explotó a su alrededor? ¿Había liberado ella toda su rabia, o simplemente le había puesto una tapa?.

—Es verano, maldita sea, deberíamos estar en los Hamptons. Esto no habría sucedido si hubiéramos estado en Stormfall. 

A eso se le llamaba tener dinero. No era una simple propiedad en East Hampton. Stormfall estaba en primera línea de playa, aislado y al lado de Seinfeld con vistas parciales a Spielberg

Ola De Calor (Caché)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora