Capítulo 18

2K 130 3
                                    

Calle insistió en acompañarla hasta la acera, pero Pochė se entretuvo hasta que el resto de los invitados también decidieron marcharse para poder irse sin problemas. Un grupo parecía el lugar perfecto para lograrlo. Porque, la verdad,pensó mientras bajaba, era que no le apetecía tanto estar sola como para no estar con alguien. De todos modos, esa noche no, pensó. La presentadora del programa de noticias y su marido vivían cerca y se fueron andando justo cuando Simpson paraba un taxi. El juez se dirigía a la zona residencial, cerca del Guggenheim, y le preguntó a Pochė si quería compartir con él la carrera. Ella sopesó la opción de dejar a Calle avergonzada en la acera,contra la de quedarse y tener que lidiar con el embarazoso momento de la despedida, y respondió que sí.
-Espero que no te haya molestado que te hubiera engañado para que vinieras -dijo Calle.

-¿Cómo me iba a importar? Me voy con dinero, graciosilla. -Se deslizó en el asiento del taxi para dejar sitio a Simpson. Diez minutos después, estaba abriendo la puerta del vestíbulo de su apartamento en Gramercy Park, pensando en darse un baño.

Nadie podía acusar a Marìa José de llevar una vida de caprichos. « Recompensa aplazada» era una expresión que le venía a menudo a la mente, normalmente invocada como medio para hacer acallar algún extraño brote de ira por lo que estaba haciendo, en lugar de lo que debería hacer. O lo que veía hacer a otros. Así que, mientras abría el grifo para que aumentara la espuma de la bañera,permitiéndose uno de sus pocos caprichos -un baño de espuma, volvió a su mente la idea de la carretera que no había cogido. Hacia Connecticut y hacia un jardín y hacia el AMPA y hacia un marido que cogiera el tren a Manhattan y hacia tener el tiempo y los recursos para darse un masaje de vez en cuando, o tal vez para ir a clases de yoga.
Clases de yoga en lugar de clases de lucha cuerpo a cuerpo. Pochė intentó imaginarse en cama con un escuálido defensor del tofu con barba a lo Johnny Depp y con una pegatina gigante de « Actos Aleatorios de Amabilidad» en un Saab hecho polvo, en lugar de pelearse entre las sábanas con un ex marine. Ella era capaz de encontrar a alguien peor que Johnny Depp. Y lo había hecho. Un par de veces durante la noche había pensado en llamar a Don, pero no lo había hecho. ¿Por qué no? Quería presumir de su llave perfecta con bloqueo de brazo a Pochenko en la estación de metro. Rápido y fácil, tome asiento,caballero. Pero no era por eso por lo que quería llamarlo, y lo sabía.¿Entonces por qué no lo hacía?Lo de Don era un acuerdo fácil. Su entrenador con derecho a roce nunca le preguntaba dónde estaba o cuándo volvería o por qué no llamaba. En su casa o en la de ella, eso no importaba; era una mera cuestión logística, la que estuviera más cerca. Él no pretendía ni anidar ni huir de nada. Y el sexo estaba bien. De vez en cuando, él se ponía demasiado agresivo, o se empeñaba demasiado en finalizar la tarea, pero ella sabía cómo lidiar con ello y obtener lo que necesitaba. ¿Y hasta qué punto era eso diferente que con los chicos que viajaban diariamente hasta su lugar de trabajo, los Noah Paxton del mundo?Lo de Don tal vez no fuera la panacea, pero funcionaba bien. Entonces, ¿por qué no lo llamaba?Cerró el grifo cuando la espuma le llegaba a la barbilla, e inhaló el aroma de su infancia. Pochė pensó en los aplazamientos, intentó imaginarse propósitos cumplidos en lugar de necesidades, y se preguntó si sería así en unos once años,cuando tuviera cuarenta. Eso solía sonarle muy lejano y, sin embargo, los últimos diez años, toda una década reorganizando su vida alrededor del final de su madre,habían pasado volando, como a cámara rápida. ¿O era porque no los había saboreado?Pasó de intentar convencer a su madre de que debía especializarse en artes escénicas a cambiarse a la Facultad de Criminología. Se preguntaba si, sin darse cuenta, se estaba volviendo demasiado dura para ser feliz. Lo que tenía claro era que cada vez se reía menos y juzgaba más. ¿Qué había dicho Calle en la partida de póquer? Le llamó adicta a interpretara la gente. No era precisamente lo que le gustaría que rezara su epitafio. Calle. Vale, le estaba mirando el culo, pensó. Después se ruborizó, probablemente por la vergüenza de haber sido lo suficientemente transparente como para haber sido pillada in fraganti por la Gran Dama. Pochė se sumergió bajo la espuma y contuvo la respiración hasta que el agobio por haberse ruborizado se perdió en el agobio por la falta de oxígeno. Salió a la superficie, retiró la espuma de la cara y el pelo y flotó ingrávida en el agua fresca, permitiéndose preguntarse cómo sería con Daniela Calle. ¿Cómosería ella? ¿Cuál sería su tacto, cómo sabría y se movería? El rubor le sobrevino de nuevo. ¿Cómo sería ella con Calle? Eso la puso nerviosa. No lo sabía. Era un misterio. Quitó el tapón y salió. Pochė tenía el aire acondicionado apagado y caminaba por el apartamento desnuda y mojada, sin preocuparse por secarse la humedad. Era agradable notarla resistente espuma sobre la piel y, además, una vez que se secara, volvería a estar mojada rápidamente por la humedad del aire, así que, ¿por qué no estar mojada y oler a lavanda?Sólo se veía a los vecinos de enfrente desde dos de sus ventanas y, como de todos modos no corría brisa, bajó las persianas de ambas y se dirigió al armario de servicio de la cocina. El milagro de la detective Garzón para ahorrar tiempo y dinero se basaba en plancharse su propia ropa la noche anterior. Nada impresionaba más a los criminales que los pliegues bien definidos y las rayas bien marcadas. Desdobló la tabla de planchar por la bisagra y enchufó la plancha. Aquella noche no se había pasado con el alcohol, pero lo que había bebido le había dado sed. En la nevera encontró su última lata de agua con gas con sabor a lima-limón. Era algo poco ecológico bastante impropio de ella, pero mantuvo abierta la nevera y se acercó a ella para sentir la cascada de aire frío contra su cuerpo desnudo que le ponía la carne de gallina. Un leve clic hizo que se alejara de la puerta abierta. La luz roja se había encendido, lo cual indicaba que la plancha estaba lista. Dejó la lata de agua con gas en la encimera y fue rápidamente a su armario para encontrar algo relativamente limpio y, sobre todo, transpirable. Su americana de lino azul marino sólo necesitaba un retoque. Cuando estaba subiendo del vestíbulo, sin embargo, se dio cuenta de que el botón de la manga derecha estaba roto y se detuvo a mirarlo, para recordar si tenía uno de repuesto. Y entonces Pochė oyó cómo abrían la lata de agua con gas en la cocina.

..........................

Ola De Calor (Caché)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora