Capítulo 42

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Gerald Buckley, el deshonrado portero del Guilford, estaba al cabo de unos minutos sentado con las manos esposadas en su propia salita. Calle y Poché se acomodaron cada una a un lado de él, mientras los Roach buscaban su sitio.

—No sé por qué están obsesionados conmigo —dijo—. ¿A eso se dedican cada vez que hay un robo en algún sitio, a fastidiar a los tíos que trabajan allí por casualidad?

—No lo estoy fastidiando, Gerald —dijo Garzón—. Lo estoy arrestando.

—Quiero un abogado.

—Y lo tendrá. Usted también va a necesitar uno. Su amigo el motero, ¿doc? Él... No quiero decir «tiró la piedra», suena demasiado a Starsky y Hutch. —Las digresiones de Poché le estaban molestando, lo que hizo que ella quisiera hacer aún más: desquiciarlo, tratar de que soltara la lengua—. Seamos más civilizados, digamos que él le ha implicado en una declaración jurada.

—Yo no conozco a ningún motero.

—Qué interesante. Porque Doc, que es motero, por cierto, dice que usted fue el que lo contrató para llevar a cabo el robo en el Guilford. Dice que lo llamó para que se diera prisa cuando hubo el apagón. Usted le pidió que reuniera un equipo para entrar en el apartamento de Starr y robar todas las obras de arte.

—Gilipolleces.

—Es difícil reunir un equipo para un trabajo grande avisando con tan poco tiempo, Gerald. Doc dice que no eran suficientes y que lo llamó para que fuera el cuarto para hacer el trabajo. Razón por la cual supongo que tuvo que llamar a Henry para decirle que no podía hacer su turno. Me encanta la ironía. Tuvo que llamarlo y decirle que no iba a poder ir a trabajar porque tenía que ir allí a hacer un trabajo. ¿Capta la ironía Gerald?

—¿Por qué están destrozando mi casa? ¿Qué buscan?

—Algo que pueda complicarle la vida —dijo Garzón. Ruiz apareció en el umbral de la puerta, levantó un revólver, y continuó la búsqueda—. Eso podría valer. Espero que tenga permiso, o esto podría convertirse en una visita incómoda.

—Zorra.

—Ya lo sabe —dijo ella, sonriendo. Giró la cabeza y se quedó allí sentada—. Tenemos mucho de qué hablar.

Sebas la llamó desde la sala de estar.

—¿Detective Garzón? —Ruiz vino a sustituirla con el prisionero y Poché se disculpó.

Buckley miró a Calle.

—¿Y usted qué mira? —preguntó.

—A un hombre haciéndose mucha caca.

Sebas estaba de pie en el extremo del sofá y había abierto la puerta del mueble bar. Señaló hacia dentro.

—He encontrado esto escondido detrás del licor de menta y de unas botellas de ginebra —dijo, levantando una cámara con su mano enguantada. Una cámara réflex digital de las caras.

—Compruébalo. —Le dio la vuelta al cuerpo de la cámara para poder leer la pequeña etiqueta rectangular de inventario con el código de barras y un número de serie en la parte inferior. Y una frase impresa sobre el código, que decía:

«Propiedad de Sotheby 's».

******************

Daniela Calle estaba de pie en la sala de observación de la comisaría mirando fijamente la sala de interrogatorios donde esperaba Gerald Buckley, dedicado en cuerpo y alma a hurgarse la nariz. La puerta se abrió y se cerró detrás de Calle.

María José se colocó a su lado y miró a través de la ventana con ella.

—Encantador.

—¿Sabes qué es lo peor? No puedo apartar la vista. —De hecho, Calle continuó mirando mientras dijo—: ¿No saben que hay gente mirando al otro lado del espejo? Y al tío ya le debe de gustar, esposado y todo.

Ola De Calor (Caché)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora