Capítulo 27

2.1K 158 8
                                    

—¿Te apetece quedarte a tomar una cerveza? —preguntó. 

—No estoy segura —dijo con tono serio—. ¿Tienes la plancha desenchufada? Ah, espera, no hay luz, así que no tendré que preocuparme por si me planchas lacara. 

—Qué graciosa. ¿Sabes qué? No necesito una asquerosa plancha. Tengo un cortador de bagels ahí arriba y ni te imaginas lo que soy capaz de hacer con él. 

Calle se lo pensó un momento. 

—Una cerveza está bien —dijo. 

Sólo había una Sam Adams en la nevera, así que se la tomaron a medias. Calle dijo que no le importaba compartirla de la botella, pero Poché fue a por vasos y, mientras los cogía, se preguntó qué le había hecho pedirle que se quedara. Sintió un escalofrío perverso y sonrió pensando en cómo los apagones y las noches calurosas provocaban un cierto caos. Tal vez sí necesitaba que la protegieran; de ella misma. Calle y su mechero virtual desaparecieron en la sala de estar con sus cervezas, mientras ella revolvía un cajón de la cocina en busca de velas. Cuando llegó a la sala, Calle estaba de pie al lado de la pared colocando el grabado de John Singer Sargent. 

—¿Está recto?.

—Oh.... 

—Sé que he sido un poco atrevida. Ambos conocemos mis problemas con los límites, ¿verdad? Puedes colgarlo en otro sitio, o no, se me ocurrió cambiarlo por tu póster de Wyeth para que pudieras ver el efecto. 

—No, no, está bien. Me gusta ahí. Espera a que ponga un poco más de luz para que se vea mejor. Podría haber encontrado su lugar. —Poché encendió una cerilla de madera y la llama le tiñó la cara de dorado. Introdujo la mano en el quinqué de cristal curvado de la estantería y acercó la llama a la mecha. 

—¿Cuál eres? —preguntó Calle.

Cuando ella levantó la vista, la vio señalando el grabado—. De las niñas que encienden los farolillos. Te estoy viendo hacer lo mismo, y me preguntaba si parecerías una de ellas. 

Poché se acercó a la mesa de centro y puso un par de velas. 

Mientras las encendía, dijo:—Ninguna, sólo me gusta el sentimiento que evoca. Lo que plasma. La luz, el ambiente festivo, su inocencia. —Se sentó en el sofá—. Todavía no me puedo creer que me lo hayas regalado. Ha sido todo un detalle. 

Calle dio la vuelta por el otro lado de la mesa de centro y se unió a ella en el sofá, pero se sentó en el extremo, apoyando la espalda contra el reposabrazos y dejando así algún espacio entre ellas. 

—¿Has visto el original?.

—No, está en Londres. 

—Sí, en la Tate —observó Calle. 

—Entonces tú sí lo has visto, presume un poco. 

—Fuimos Mick, Bono y yo. En el Bentley de Elton John. 

—Ya, seguro. 

—Tony Blair se enfadó muchísimo porque invitamos al príncipe Enrique en vez de a él. 

—Sí, ya —dijo ella con una risa ahogada, y levantó la vista hacia el grabado—. Me encantaba ir al Museo de Bellas Artes de Boston para ver los cuadros de Sargent cuando estudiaba en la Northeastern. También había algunos murales suyos.

—¿Estudiaste arte? —Antes de que le diera tiempo a contestar, Calle levantó el vaso—. Oye, míranos. María José y Daniela socializando. 

Ella chocó su vaso y bebió un sorbo. El aire estaba tan caliente que la cerveza y a estaba casi a temperatura ambiente. 

—Filología inglesa, pero en realidad quería cambiarme a teatro. 

Ola De Calor (Caché)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora