Capítulo 51

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Calle y Poché estaban embutidas en la esquina de la diminuta sala, rodilla con rodilla, sentadas en unas sillas metálicas plegables detrás del técnico de la policía que estaba grabando las llamadas. El ventilador del aire acondicionado silbaba, así que Garzón había desconectado el aire para poder oír sin esa distracción, y allí dentro hacía un calor sofocante.

Un piloto azul parpadeaba en la consola.

—Grabando —dijo el técnico.

Garzón se puso los auriculares. El tono de llamada ronroneó en la línea. Su respiración se volvió superficial, como en la redada de Long Island City, sólo que esta vez no conseguía calmarse. El corazón le golpeaba el pecho con la cadencia de la música disco hasta que Poché oyó el clic al descolgar y uno de los latidos dio un brinco.

—¿Sí?

—Uso tu línea directa porque no quiero que la recepcionista sepa que te estoy llamando —dijo Kimberly Starr.

—Vale... —Noah Paxton parecía no fiarse de ella—. No entiendo por qué.

Poché le hizo una señal al técnico para asegurarse de que estaba grabando. Él asintió.

—Estás a punto de hacerlo, Noah —continuó Kimberly.

—¿Algo va mal? Tienes una voz rara.

Poché entrecerró fuertemente los ojos para concentrarse, con la intención de limitarse a escuchar. Con los auriculares puestos, el sonido tenía la calidad de un iPod. No se le escapaba ningún matiz. El bufido del aire de la silla en la que Noah estaba sentado. Kimberly tragando saliva con dificultad.

Poché esperó. Ahora quería palabras.

—Necesito tu ayuda con una cosa. Sé que siempre hiciste cosas por Matthew, y ahora quiero que hagas lo mismo por mí.

—¿Cosas? —Seguía estando a la defensiva.

—Venga, Noah, corta el rollo. Los dos sabemos que Matt se metía en mucha mierda turbia que tú solucionabas. Ahora yo necesito de esos servicios.

—Te escucho —dijo él.

—Tengo los cuadros.

Poché se sorprendió a sí misma apretando los puños de la tensión y aflojándolos. La silla de la oficina de Paxton crujió.

—¿Qué?

—¿No hablo lo suficientemente claro? Noah, la colección de arte. No la robaron, yo la cogí. La escondí.

—¿Tú?

—No yo en persona. Unos tipos lo hicieron por mí mientras yo estaba fuera de la ciudad. Olvídalo. La cuestión es que los tengo y que quiero que me ayudes a venderlos.

—Kimberly, ¿te has vuelto loca?

—Son míos. No estaban asegurados. Merezco algo por todos los años que pasé con ese hijo de puta.

Ahora le tocó a Garzón tragar con dificultad. Todo empezaba a encajar. El corazón se le iba a salir del sitio.

—¿Qué te hace pensar que yo sabría cómo venderlos?

—Noah, necesito ayuda. Tú eras el que le sacaba las castañas del fuego a Matthew, ahora quiero que hagas lo mismo conmigo. Y si no me quieres ayudar, ya encontraré a alguien que lo haga.

—No tan rápido, Kimberly, frena —le recomendó él. Se oyó otro bufido neumático y Poché se imaginó a Noah Paxton levantándose tras su mesa en forma de herradura—. No llames a nadie. ¿Me oyes?

—Te oigo —dijo ella.

—Tenemos que hablar de ello. Todo esto tiene solución, sólo necesitas mantener la calma. —Hizo una pausa, y luego continuó—: ¿Dónde están los cuadros?

Una ola de expectación recogió a Poché y la elevó hasta que se sintió repentinamente ingrávida en su cresta. Un hilo de sudor se curvaba alrededor de la almohadilla de vinilo de uno de sus auriculares.

—Los cuadros están aquí —dijo Kimberly.

—¿Y dónde es aquí?

«Dilo —pensó Poché—, dilo».

—En el Guilford.

¿Qué te parece, eh? Tanto buscarlos y al final no habían salido del edificio.

—Muy bien, escúchame. No llames a nadie, sólo tranquilízate. Tenemos que resolver esto cara a cara, ¿de acuerdo?

—De acuerdo.

—Bien. Espera ahí. Ahora mismo voy —dijo, y colgó.

Poché se quitó los auriculares. Cuando Calle se quitó los suyos, dijo:

—Lo sabía. Tenía razón. Fue Kimberly. Ja, ja, ¿quién va a chocar esos cinco? —dijo, levantando la palma de la mano hacia ella.

—Nosotros no chocamos esos cincos.

Calle se quedó allí de pie.

—Oye, será mejor que lleguemos allí antes que Noah. Si esa mujer mató a su marido, ¿Quién sabe qué será lo próximo que haga?

Poché se levantó.

—Gracias por el consejo, detective Calle.

Daniela le abrió la puerta, y salieron dando grandes zancadas.

Ola De Calor (Caché)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora