Capítulo 8 | Veritas Filia Temporis

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«Explícame tú quién gana cuando se acaba la guerra. A los muertos los entierran: ganadores, perdedores, da igual del bando que sean».

—Ismael Serrano.

Tomamos una de las calles cuyo camino rodea la plaza principal, donde está sucediendo la gran protesta. Esta calle solitaria y oscura nos proporciona un buen camuflaje y un camino seguro para llegar a una de las puertas laterales de Torclon, puesto que es una vía llena de comercios no hay nadie que habite esta zona durante la noche. Con las armas de los disidentes apuntando a nuestras espaldas no hay mucho que podamos hacer; incluso si Martín, Tom y yo nos uniéramos en un ataque inesperado a los humanoides, sería una batalla perdida en cuestión de segundos.

Se escuchan explosiones en la plaza y los gritos aumentan aún más. Por un momento nos vemos obligados a detenernos abruptamente cuando una mujer pasa corriendo frente a nosotros con un bebé en brazos. Intenta acercarse a pedirnos ayuda, teniendo en cuenta que tres de nosotros vestimos el uniforme del Escuadrón Móvil Antidisturbios y los otros tres el de Servicios Especiales.

—¡Mi hijo está en medio de la protesta, se lo han llevado los del EMA! ¡Por favor! —grita con voz quebrantada, agarrando los brazos del primero que sus manos toquen, intentando arrastrarnos hacia la plaza—. ¡Es un universitario, pero ha sido arrastrado allí! ¡No ha hecho nada malo, lo juro!

Me encuentro en completo estado de shock y de mi boca no sale una sola palabra. Si su hijo ha sido detenido por el EMA definitivamente es porque algo muy malo ha hecho, pero no puedo evitar sentir lástima por ella.

Los humanoides nos empujan levemente con las armas y Martín tiene que convencer a la mujer de irse a un lugar seguro, prometiéndole que la ayudará a sacar a su hijo. Una vil mentira, pero funciona. Entonces nos vemos obligados a ponernos en marcha nuevamente una vez ella se va. Sólo tras correr durante otros cinco minutos, tomando callejones y caminos, podemos ver una de las entradas laterales del gran rascacielos de Torclon. Está vigilada, pero no tanto como de costumbre.

Nos ocultamos tras un montón de arbustos mientras ideamos un plan. Desde este punto, una vez dejamos atrás la desolada calle y entramos en los jardines de Torclon, se puede ver a la perfección la gran plaza a la distancia. Mis ojos no pueden creer lo que ven por un segundo: la enorme estatua de Egan Roman que reposa en medio de la plaza ha sido derribada; los estudiantes lanzan molotov y rocas mientras las fuerzas del EMA intentan echarlos hacia atrás. Según la posición hacia la cual están corriendo, puedo notar que los estudiantes intentan dirigirse hacia la sede del Ministerio de Educación, que se encuentra hacia el lado Sur de la plaza. Las explosiones, el fuego y el humo no permiten ver con claridad lo que sucede en ese lugar; sólo figuras corriendo de un lado para otro, camiones del EMA lanzando gases lacrimógenos; soldados heridos siendo llevados hacia el lado occidental, a la sede de MOC, cuyo rascacielos es incluso más imponente que el de Torclon, pues es la sede del gobierno.

La plaza está completamente rodeada de las sedes más importantes de la Gran Nación, y sólo unos doscientos estudiantes están logrando sembrar el caos en nuestra capital.

—Eso sólo significa una cosa —dice Tom, como si estuviese leyendo mis pensamientos—; la sede de su mami no está tan vigilada hoy.

Tom dándoles ideas a Alai, Ariana y Lugh, en lugar de ayudarnos a desviarnos. Ruedo los ojos y mi mirada se dirige entonces hacia la sede de Torclon, a nuestra derecha. Lo único que debemos hacer es saltar la reja eléctrica, que bien sé que se encuentra apagada la mayoría del tiempo. Entonces sólo debemos correr por el jardín hacia la puerta doble que se encuentra de nuestro lado, donde sólo hay dos soldados cuidando la entrada.

DisidenteOnde histórias criam vida. Descubra agora