Capítulo 13 | Cordura

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"La justicia se defiende con la razón y no con las armas. No se pierde nada con la paz y puede perderse todo con la guerra".

—Juan XXIII

Me han traído a una habitación ubicada en un edificio a unas cuantas calles del Capitolio. Estoy en el piso once, y una enorme ventana me otorga una vista hermosa, pero al mismo tiempo desoladora, de lo que es Cartago. La actividad de los disidentes, sus vidas y su organización se centra en varias calles a la redonda de la gran estructura de la cúpula. Más allá de estos límites, lo único que queda es una ciudad fantasma que alguna vez estuvo llena de vida humana.

Los pequeños edificios y construcciones no tienen más de cinco pisos de altura, al menos eso calculo; por lo tanto tengo una visión plana de casi toda la ciudad. Sólo los grandes y modernos edificios construidos por los disidentes logran romper con la armonía de una arquitectura antigua que deja ver los retazos de una vieja civilización, de la cual no queda nada. Es extraño pensar en que mis ancestros una vez vivieron en este lugar y ahora, después de tantas décadas, su más hermosa creación se convirtió en una que quiere su destrucción, y que ha tomado control de todo lo que una vez nos perteneció.

La habitación en la que me encuentro es muy distinta a los diseños interiores a los cuales me he acostumbrado durante toda mi vida; en mi hogar —si es que aún puedo llamarlo así—, predomina el color blanco en todas partes, puesto que el objetivo del gobierno es transmitir sentimientos de tranquilidad. ¿Por qué no habrías de sentirte seguro y tranquilo en la Gran Nación? Es la frase que a menudo escuchamos en el noticiero; ahora parece un sinsentido, una absurda dicotomía: siéntete seguro en la Gran Nación, donde asesinamos a nuestros estudiantes mientras se protestan en pro de sus derechos.

Esta habitación, sin embargo, es predominantemente oscura: el piso es de un color gris, similar al color mercurio de los ojos de algunos humanoides; las paredes son de color negro reluciente. La cama consta tan solo de una base negra y la ropa de cama sigue los mismos patrones grisáceos. El baño no es diferente. No hay nada emocionante de este lugar y a pesar de ello me siento en paz —al menos tanto como puedo—. En otra ocasión hubiese sentido que este lugar es lúgubre, oscuro y que aumentaría en mí el sentimiento de desolación; no obstante, este espacio me otorga una extraña tranquilidad que no había sentido en mucho tiempo. Hay una razón específica para eso: no me recuerda al Distrito Capital y mucho menos a Torclon.

Me despojo del abrigo de Lugh, la blusa negra, los pantalones del EMA y las botas militares. Cuando estoy completamente desnuda no puedo evitar quedarme mirando el montón de ropa en el suelo; ese uniforme me ha acompañado por años y por algún extraño motivo siento una pizca de indefensión.

El uniforme del EMA me otorgó una identidad, un motivo y un lugar en el cual yo valía la pena. Me sentía protegida siendo parte de este escuadrón y nunca lo hubiese cambiado por nada más, ni siquiera por la universidad. A pesar de lo que vi en aquel búnker de Torclon, que tanto cambió mi perspectiva sobre las cosas que creía reales y ciertas, todavía tengo cierto cariño manchado con dolor hacia aquel sucio uniforme, y por eso me siento indefensa justo ahora. Lo que no me dio mi madre, me lo dio el EMA: un hogar; eso hace las cosas incluso más complicadas para mí: los odio, pero duele odiarlos, porque siento que la mayor de las traiciones ha sido cometida por ellos; asesinaron a quienes juramos proteger, y parece imposible para mí pensar en que eso haya sido posible. Pero lo vi con mis propios ojos. Darse cuenta de que algo que amabas no era lo que decía ser simplemente carcome el alma. Me siento engañada, desecha.

Entro en la ducha y el agua suave y tibia cae sobre mi cabeza; cierro los ojos, permitiéndome a mí misma un momento de tranquilidad, de calma. Intento bloquear los pensamientos que producen mi cerebro y simplemente permanecer en blanco. Aunque me cuesta un par de minutos finalmente lo logro. Me desconecto de tal forma que la dimensión del tiempo pareciera simplemente no existir. Tal vez necesitaba un momento a solas en un lugar silencioso y sin la necesidad de mantener activo mi instinto de supervivencia.

DisidenteWhere stories live. Discover now