LSR - Capítulo 10 | Hacia la guerra

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«A partir de cierto punto no hay retorno. Ese es el punto que hay que alcanzar».

—Franz Kafka


Los primeros minutos pienso que me encuentro frente algún proyector de la Gran Nación, observando algo que ellos hicieron para entretener a los ciudadanos. Puedo ver un largo pasillo que parece no tener fin. La blancura del lugar que se reproduce ante mí es insoportable, pero al mismo tiempo me otorga una calidez familiar. Aquella calidez, no obstante, a la vez se siente fría, pero al parecer estoy acostumbrada a ello.

Momentáneamente, paso de ser una observadora a verme completamente absorbida por el ambiente que tenía frente a mí. Ahora mis pies están puestos sobre ese mismo piso que estaba observando en el proyector; ahora, a mis fosas nasales llega un olor agradable, limpio, que pronto identifico como lavanda.

Cuando me adentro en el corredor, me encuentro con varias puertas laterales. Al abrir la primera, se materializa una pequeña oficina ante mí; en la esquina hay un gran archivador, y en la pared hacia la izquierda hay estanterías llenas de objetos pequeños, que parecen ser reconocimientos o alguna especie de pequeños trofeos. La única ventana del lugar se encuentra cerrada y cubierta por una persiana. Sin embargo, mientras más tiempo permanezco aquí, más presiento que no debería. Cierro la puerta y me adentro de vuelta al corredor, donde otra puerta me llama la atención.

Entonces me encuentro en una habitación cuyo gran ventanal permite que la luz solar rebote contra el color blanco; el suelo, que parece hecho de mármol, es tan pulido que combina a la perfección con la pulcritud de todo el lugar. En el medio, una cama bien ordenada me invita a sentarme en ella, y lo hago. Cuando el colchón se adapta al peso de mi cuerpo un extraño cosquilleo recorre mi piel, como si ya hubiese sentido esto antes, en este mismo lugar.

La vista me muestra una gran ciudad, llena de vida y movimiento. En esta zona, todos los edificios están recubiertos por cristal plateado, y por un instante parecen plata a punto de derretirse con el sol. Me levanto y me acerco al ventanal, con el fin de observar a mis pies; nos encontramos en un piso bastante alto; abajo, hermosos jardines decoran los pies de los edificios, y todos se unen por caminos de piedras perfectamente simétricos. Al ladear mi cabeza hacia la derecha puedo ver, a lo lejos, los rascacielos que más sobresalen en toda la ciudad, y uno en específico llama mi atención, pues creo reconocerlo. Parpadeo con rapidez cuando enfoco mi visión y me doy cuenta de que se trata del rascacielos de Torclon, y por un momento he de retroceder para evitar cegarme con la luz que se refleja en su superficie.

La vista de aquel rascacielos ha provocado en mí cierto sinsabor, y sé por qué: fui prisionera allí, aunque no podría calcular por cuánto tiempo. Entonces, mis sentidos se ponen alerta cuando, repentinamente, recuerdo que me encuentro en Babilonia, no en el Distrito Capital. Además, si el Distrito Capital se encontraba completamente desolado, ¿por qué hay tanta vida ahora?

Pero entonces, un ruido me saca de mi ensimismamiento; parece que alguien ha dejado caer algún objeto cerca de mí, lo que significa que no me encuentro sola en este lugar. Instintivamente, llevo mis manos a mi cintura, sólo para darme cuenta de que me encuentro totalmente desarmada. Salgo de la habitación con prontitud, intentando enfocar mis oídos a captar hasta el más mínimo ruido, pero esto no funciona. Sólo cuando pego mi oreja a la puerta que se encuentra al otro costado del corredor, puedo confirmar que el ruido proviene de allí.

Abro la puerta con cautela, y en un inicio sólo me asomo levemente, sin hacer ningún ruido. Esta habitación se ve exactamente igual a la anterior, pero esta vez hay alguien más sentado al borde de la cama, organizando algo que se encuentra en el suelo frente a él. Al dar un rápido vistazo, puedo notar que no hay armas, al menos no visibles, por lo que decido abrir la puerta completamente. Esta es completamente silenciosa, y aquel hombre no se ha dado cuenta de que me encuentro a sus espaldas.

DisidenteМесто, где живут истории. Откройте их для себя