LSR - Capítulo 14 | De traición y traidores

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«La política es demasiado a menudo el arte de traicionar los intereses reales y legítimos, y de crear otros imaginarios e injustos».

—Arturo Graf.


Es increíble cómo se pueden recordar cosas olvidadas gracias al poder evocador de las palabras. Incluso aunque Alice no conoce toda nuestra historia y está recurriendo a los relatos de Lugh, aquellas piezas de rompecabezas que me otorga su narración han logrado traer a mi memoria repentinos recuerdos que poco a poco han provocado que otros recuerdos más surjan para crear una conexión en mi cerebro.

Me contó sobre aquella vez que Lugh me mostró los libros por primera vez; sobre mi primer regreso a Torclon, cómo entregué las coordenadas, cómo me enteré de algo terrible y después decidí liberar a Lugh e irme con los disidentes; me contó sobre las sensaciones extrañas que comenzaron a surgir en Lugh cuando Cartago aún existía; me contó sobre el bombardeo, cómo llegamos a Babilonia, la terraza, la música.

Todas esas imágenes comenzaron a reproducirse en mi cabeza, algunas tomaron más tiempo que otras, pero llegaron poco a poco. Tal vez esto sea obra de Russo, tal vez él sabía que si dejaba una parte humana todavía residiendo en mi interior entonces algún día podría comenzar a recordar mi vida pasada. Los relatos de Alice no sólo me ayudaron a recordar aquellas cosas que ella conoce, sino que activaron una especie de palanca en mi interior que dio luz verde a que otros recuerdos relacionados surgieran en mi mente.

Entonces, mientras nos dirigimos hacia aquella luz en la distancia, la vida comienza a tomar un poco más de sentido. Recuerdo a la Gran Nación, al EMA, una parte de mi tiempo allá; recuerdo la misión fallida a la que fuimos encomendados, cómo nos atraparon los disidentes, el terror que sentí al verlos por primera vez; recuerdo cómo, de vuelta en Torclon, mi mundo se derrumbó al encontrarme con la atrocidad de una masacre: decenas de estudiantes muertos escondidos en lo más profundo de un solitario y frío búnker; recuerdo las tensiones que comenzaban a sentirse en la capital, las protestas estudiantiles ante los elevados precios de la universidad; recuerdo pasar un día por el hospital y ver un pequeño tumulto de enfermos esperando afuera sin posibilidades de ser atendidos; recuerdo todas las veces que vi las pequeñas raciones de comida que se entregaban mensualmente en la plaza principal, y no pensar nunca que yo jamás podría vivir con algo tan pequeño.

Lo que más me duele es recordar cómo pasé de largo ante tantas injusticias a las cuales ya estaba acostumbrada. Yo no sufría de ellas, y por ende no las sentía, no me importaban. Muchas cosas estuvieron mal en el Distrito Capital por años, pero lo único que me importaba a mí era lograr ascender en el ejército, hacer que mi madre se sintiera orgullosa.

¿Acaso no es irónico? Tuve que encontrarme con aquellos seres robóticos, fríos, despojados de toda buena emoción para darme cuenta de todo lo que estuvo mal por tantos años; tuve que encontrarme con decenas de cadáveres para comprender que todo mi sistema de creencias era tan frágil como una flor. Resultó ser que nos enseñaron a temer a los humanoides sólo porque ellos eran conscientes de todo lo que estaba mal en la Gran Nación.

Y por supuesto, recuerdo la primera vez que vi a Lugh; lo odiaba tanto, nada bueno podía surgir de él, un humanoide. Pero no olvido lo que sentí al entrar a aquella enorme biblioteca, o lo que sentí al encontrarme por primera vez con una pintura; o lo que sentí al darme cuenta de que había algo en aquellos ojos mercurio que resultaba más humano de lo que yo jamás habría podido imaginar: sentimientos. ¿Cuánto me costó admitir que me sentía agradecida por él? ¿Y cuánto me costó admitir que, después de un tiempo, esa nauseabunda sensación de revoloteos en el estómago fue provocada por su culpa?

DisidenteWhere stories live. Discover now