Capítulo 19 | Rituales y confesiones

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«Ha intentado hacerse indiferente a los sentimientos mediante la razón, que es como intentar convencer con palabras y argumentos a un paquete de dinamita de que no explote».

—Sándor Márai.


Nota de autora: Capítulo bastante largo; es importante leerlo hasta el final, van a shippear mucho, y además... bueno, ya verán.


Cuando Alai me deja sola yo permanezco pasmada en mi lugar. No sé cuánto tiempo me quedo sumida en mí misma, como si mi mente fuera un océano y yo me estuviese ahogando en él. No puedo evadir los sentimientos de angustia y temor que comienzan a adueñarse de mí; me he dado cuenta de que mis métodos de supervivencia cobran factura uno a uno y que una vez cometo acciones que me aquejan constantemente entonces éstas siempre volverán a mi consciencia para torturarme. Ahora no sé si creer lo que tantas veces me repetí antes de entrar en la reunión, que yo no soy culpable de ninguno de los males que suceden en torno a los disidentes, ¿pero y si en realidad sí lo soy, al menos parcialmente?

No puedo esquivar aquellos juicios de los que yo misma me acuso: tal vez el bombardeo a Cartago fue sólo el comienzo, una amenaza directa, un mensaje subliminal que dicta "Abigail Reed, comenzamos con Cartago y continuaremos hasta dejar en ruinas cada ciudad disidente. Gracias por su colaboración". Creo poder leer las intenciones de la Gran Nación, pero no sé determinar cuándo tomarán el siguiente paso. Ahora el debate moral recae sólo sobre mí: les digo la verdad y asumo las consecuencias, o espero a que todo se desmorone y que la Gran Nación gane cada batalla, hasta que parcialmente gane la guerra que mañana mismo será declarada.

Recuerdo lo que Lugh susurró en mi oído cuando los traicioné en Torclon: veritas filia temporis. No puedo ocultar una mentira por mucho tiempo, porque en algún momento la verdad saldrá a la luz, siempre lo hará. Soy responsable de mis acciones y debo asumir las consecuencias, pero al mismo tiempo el mero pensamiento de hacerlo me llena de terror. Entonces no me toma mucho tiempo de reflexión para que una revelación importante llegue a mi mente: me da miedo decirles la verdad porque me da miedo decepcionarlos. Incluso aunque no sea aceptada por todos y cada uno de los humanoides yo ya he elegido mi bando, y mi lugar pertenece con ellos. Ellos son portadores de la luz que en algún momento iluminará la ignorancia de mis compatriotas; la Gran Nación es un monstruo que ataca en la oscuridad, cuando ya ha logrado que confíes en sus 'buenas' intenciones.

Suspiro con desesperación mientras sucumbo ante la desesperanza, poniendo mis manos sobre mi rostro a medida que mis piernas comienzan a moverse rápidamente en una especie de tic nervioso. Siento un impulso repentino de golpear la mesa una y otra vez, como si descargar la rabia que siento contra mí misma en una superficie inanimada fuese a hacerme sentir reconfortada. Tengo que pensar con la razón y no únicamente dejarme guiar por las emociones: cuando le entregué a Sergen las coordenadas de los disidentes yo no era más que una prisionera de los mismos, no conocía las atrocidades cometidas por mi nación, ni todo lo que nos han intentado ocultar por décadas; no sabía que el verdadero enemigo siempre yacía en el lugar al cual yo llamaba mi hogar. Mi cerebro estaba lavado, era una rea de mi propia ignorancia, la cual fue propiciada por mi nación. Fui traicionada por mi propia institución, el ejército, y apuñalada en la espalda por mi propia madre, aquella que me llevó en su vientre nueve meses. ¿Qué tan jodido es que mi propia sangre tenga la audacia de torturar a uno de los humanos que más amo en este mundo?

Cuando di esas coordenadas no sabía lo que hacía, ¿realmente debería culparme a mí misma? Si lo pienso con la cabeza fría la respuesta es 'no'. Ya no soy la misma de antes, mi lealtad pertenece a los disidentes ahora. Pero sé, en lo más profundo de mí, que ellos no lo verán de esta forma. Entonces, Abigail, piensa en una forma de demostrarles que, aunque te equivocaste, estás dispuesta a luchar por emendar tu error y a probarles que ya no eres esa humana. Tengo que decirles la verdad, tengo que salvarlos a todos. No sé cuántas ciudades disidentes existen, pero no puedo permitir que los únicos seres capaces de terminar con la tiranía de mi antigua nación padezcan bajo las bombas y eventualmente terminen extintos. Sí, debo decirles la verdad, pero al mismo tiempo debo probarles que soy leal y que mi único objetivo es acabar con mi gobierno, justo como ellos desean.

DisidenteWhere stories live. Discover now