Capítulo 9 | El bando equivocado

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«La instancia ética sobreviene no cuando fingimos que no hay enemigos, sino cuando se intenta entenderlos, ponerse en su lugar».

—Umberto Eco.


Nota de autora: capítulo largo, pero muy importante. ¡Disfruten!

P.D: Para los que me preguntan si habrá romance en este libro, la respuesta es sí; vamos pasito a pasito, mis queridos lectores. ¡Abrazos!

*****

La esperanza es un sentimiento peligroso, si no se controla puede resultar inevitablemente devastadora. Una pizca de falsa esperanza puede derrumbar hasta al más fuerte ser humano cuando sepa, en lo más profundo de su crédulo ser, que sentirla fue inútil y en vano. Tal vez fui un poco ilusa al esperar con anhelo que me dejasen ir, que no me juzguen como una traidora de la patria. Pero siempre he sabido que las cosas no funcionan así en la Gran Nación; que todo lo que somos y hacemos está regido por estrictas normas que cada uno de los ciudadanos tiene que seguir.

Recuerdo noches lluviosas, frías y oscuras, en las cuales mi mente no estaba lo suficientemente desarrollada como para entender que algunas de mis acciones podrían conllevar consecuencias graves. Mi madre, al educarnos a Martín y a mí, siempre tuvo presente que ella era la ciudadana perfecta, el modelo a seguir, y que sus hijos debían ser iguales a ella; cuando nos castigaba, solía expresar: "Soldado avisado no muere en guerra". Esa corta, simple y metafórica frase no volvió a mi cabeza por años; pero ahora que me encuentro rodeada de incertidumbre, encerrada en la oficina de mi madre, con soldados vigilando la puerta desde fuera como si yo fuera una criminal, es lo único que ronda por mi mente.

Yo sabía cuáles eran las reglas y las incumplí.

Ni siquiera dándoles las coordenadas de las ciudades disidentes nos dejaron ir a casa. A pesar de no tratarnos de la forma tan dura con la que en un principio intentaron arrestarnos antes de mi inesperada intervención, nos han obligado a encerrarnos en los pisos superiores, vigilados estrictamente y sin posibilidad de salir. A Martín se lo han llevado a una oficina al otro lado del piso en el que me encuentro y a mí me han dejado encerrada en la oficina de mi madre.

A través del enorme ventanal puedo observar la plaza bajo mis pies; los incendios han sido apaciguados casi por completo; las fuerzas del EMA han logrado reducir a los protestantes de la Universidad Distrital y podría decirse que tienen todo bajo control ahora. Varios estudiantes han sido arrestados, varios soldados han muerto; así lo describió Elisa Woods en el noticiero hace unos minutos. La cuestión es que, incluso aunque la ansiedad está consumiéndome por dentro, ver el noticiero es obligatorio. No es como que alguien te apunte con un arma y amenace con dispararte si no lo ves, pero es que realmente no existe manera de no verlo. Todo espejo y ventana del Distrito Capital se convierte en un proyector; algunas veces sucede de la nada, cuando existe alguna noticia inesperada.

La imagen de algunos de mis compañeros muertos no sale de mi mente. Conocía a algunos de ellos, entrené a su lado muchas veces. Elisa Woods ha reportado que los estudiantes se han convertido en una amenaza casi tan grande como la humanoide. Los estudiantes están intentando sembrar el caos, destruir el orden. Pero no puedo evitar pensar en lo ridículo que esto suena, y es extraño, puesto que nunca en mi vida he llegado a cuestionar el noticiero. Nunca en mi vida he llegado a cuestionar a la Gran Nación. Pero ahora que conozco la naturaleza y la fuerza de un humanoide puedo asegurar sin pensarlo dos veces que un estudiante jamás será tan peligroso como un robot. Es una comparación que no tiene cabida, pero es que la mayoría de los ciudadanos nunca han visto a un disidente en sus vidas, y probablemente le creerán a los noticieros; probablemente comenzarán a despreciar a los estudiantes de la Universidad Distrital.

DisidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora