LSR - Capítulo 23 | Desvelando secretos

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«Todo el mundo tiene secretos. La única cuestión es encontrar donde están».

—Stieg Larsson.


Pasan un par de horas antes de que pueda ver a Russo de nuevo. El ambiente en Tebas se ha tornado tenso, incluso más tenso que antes, con la presencia de mi hermano y yo. Ahora, humanoides piden la cabeza de todos los capturados y, aunque estoy a punto de protestar a favor de Russo, Lugh me detiene con un leve movimiento negativo de cabeza. Al principio me cuesta comprender por qué no quiere que defienda públicamente al científico, pero cuando analizo a los humanoides una vez más me doy cuenta de que sus ojos han comenzado a iluminar como producto de la ira, probablemente no querrán escucharme.

Las tensiones que han generado Heracles y sus rebeldes tampoco quedan atrás. No hemos escuchado de ellos en un tiempo, pero ahora estamos más solos que nunca; con los traidores de la disidencia rindiendo lealtad a Heracles ahora somos más débiles, incluso ante la Gran Nación y su nuevo ejército de humanoides. ¿Podrían los rebeldes colaborar con la causa en contra de la Gran Nación? Lo dudo, ellos van por su propio camino y, aunque quieren destruir a la humanidad, lo harían por su propia cuenta, de eso estoy segura; no colaborarían con Gannicus ni ofrecerían refuerzos, después de todo, quieren derrocar al líder de la rebelión, así que si la Gran Nación lo elimina primero es un problema menos que se quitan de encima.

Sé que los disidentes comienzan a sentirse desesperados, puedo notarlo con el pasar del tiempo. Tebas es una ciudad pequeña. Ahora que no tenemos control de Babilonia y que Cartago no existe, no es mucha la esperanza que podemos guardar. Por primera vez en décadas los disidentes comienzan a sentirse perdidos.

El movimiento en la ciudad no se detiene. Eris, la líder de Tebas, ha dado aviso a las pocas ciudades que continúan leales para que comiencen a movilizarse hacia Tebas. No hay espacio para el error, separados somos más vulnerables. Ahora, todos han comenzado a organizar la ciudad para acoger a cuantos disidentes sea posible, mientras que montan campamentos a las afueras al mismo tiempo.

Me encuentro con Lugh y Martin de pie en medio de la pequeña plaza de la ciudad. Todo el caos a nuestro alrededor resulta abrumador, ni siquiera sabemos qué hacer. Alai se encuentra de pie a unos metros de nosotros, observando a Eris con los ojos entrecerrados, cuidando cada uno de sus movimientos. Según lo que pude absorber de su discusión hace un par de horas, Alai piensa que Eris es una traidora enmascarada, pero ahora que Gannicus confía en ella, él no tiene más opción que dejar de protestar; sin embargo, la vigila como un depredador vigila a su presa.

—¿Qué sucedió entre Alai y Eris? —pregunto a Lugh.

Él, que se encontraba distraído con el bullicio que se ha formado a nuestro alrededor, desvía sus ojos hacia su amigo.

—Tuvieron problemas en el pasado, no confía en ella.

—Eso ya lo noté, ¿pero qué sucedió exactamente?

Se encoge de hombros.

—Ni siquiera a mí me lo ha dicho.

La conversación termina con las últimas palabras que pronuncia Lugh. Puedo notar cierto desconcierto en su expresión. Desvía sus ojos hacia una ventana del edificio en el que nos encontrábamos previamente. Sé que allí se encuentran Gannicus y Astrid, a la espera de los demás líderes de las ciudades leales. Quieren discutir estrategias, peligros y, sobre todo, el tema de los nuevos humanoides. Resulta preocupante, no sabemos nada de ellos.

Después de unos minutos más de silencio decido tomar las riendas y me dirijo hacia Eris. Ella escucha mis pasos desde antes que llegue a ella, pues voltea a mirarme con los ojos entrecerrados. Cuando estamos frente a frente me cruzo de brazos, como si eso pudiese hacerme ver más firme.

DisidenteTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang