LSR - Capítulo 20 | Proyecto RR - ER

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«La desesperanza está fundada en lo que sabemos, que es nada, y la esperanza sobre lo que ignoramos, que es todo».

—Maurice Maeterlinck


No puedo quitar mis ojos de ella, de sus movimientos, sus gestos; cada cosa que hace es ajena a su esencia, simplemente pretende ser alguien que no es, pero se le da de manera tan natural que da miedo dimensionar la importancia de este hecho.

Martin se ha dejado caer al suelo y ahora está sentado mirando a la nada. Puedo notar su respiración irregular sólo por el sonido que esta produce. Por un momento olvidamos a dónde vamos, dónde estamos y qué se supone que deberíamos estar haciendo en este momento, pues incluso nuestras mentes parecen haberse paralizado.

Intento tomar un respiro y desvío mis ojos de ella, pero la imagen continúa latente en mi cabeza. ¿Alguna vez tuvimos indicios de que Renée Reed tenía una identidad oculta? No puedo pensarlo sólo como la directora de Torclon, sino como la que alguna vez fue mi madre: Renée, como madre, ¿dio señales extrañas de una doble personalidad? No sé si mi memoria continúa fallando, no recuerdo algunas cosas de mi niñez o adolescencia, pero estoy casi segura de que nunca hubo pista alguna, lo puedo confirmar con la reacción de Martin.

La cuestión es bastante simple: la Gran Nación es experta en el engaño, eso ya queda bastante claro. Egan Roman es una figura inalcanzable, perfecta. Él es el mandatario de la nación que lleva la grandeza en su nombre, por ende, él mismo era sinónimo de grandeza. ¿Realmente resultó extraño alguna vez que su imagen sólo fuera pública por medio de fotografías y vídeos, y no por medio de un acto de presencia ante ciudadanos curiosos? No. Sucede que, aunque suene extraño, un líder rodeado de misticismo es un líder atractivo. Sólo él puede alcanzar tal nivel de prestigio, sólo él puede ser dirigente de esta nación y nadie cuestionó nunca su falta de presencia en actos públicos; después de todo, el que sea un ser inalcanzable es lo que lo hace digno de respeto.

Cuestionar interminablemente el hecho de que Egan Roman nunca haya sido visto en público no tiene sentido ahora, a nadie le ha importado nunca. La verdadera pregunta es ¿por qué? Vuelvo mi vista hacia Renée, quien todavía está dando su discurso, y esa pregunta se repite una y otra vez en mi cerebro. ¿Por qué? Pero, además, ¿cómo? ¿Con qué objetivo? ¿Para qué quiere Renée tener no sólo el poder de la segunda institución más importante del país, sino también del país?

Más y más incógnitas surgen en mí y la ansiedad por intentar responderlas se incrementa poco a poco.

—Martin —murmuro, recostando mi frente contra la ventana a través de la cual observo a Renée—. No sé si esto empeora las cosas.

Puedo notar por el rabillo del ojo cómo menea la cabeza. Se pone de pie con ímpetu, también observando por la ventana una vez más.

—Nunca lo sospeché —divaga, pensativo—. Aunque ahora que lo pienso, ambos tienen mucho en común.

—¿Cómo?

—Ambos son una mierda de persona —responde, encogiéndose de hombros.

—Entonces Sergen podría ser Egan también.

—No, Egan y Renée son una mierda de manera muy particular.

Permanezco en silencio mientras observo la gran pantalla que se encuentra en aquel extraño laboratorio audiovisual. Miro fijamente la figura de Egan, la manera en la que actúa, su rostro inexpresivo; tal vez Martin tenga razón, aquella frialdad no existe en cualquiera, es una frialdad típica de la mujer que alguna vez consideramos nuestra madre.

DisidenteOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz