Capítulo 2 | Sin retorno

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«Las malas noticias provocan a veces una profunda incredulidad. Nos cuesta asimilar los hechos porque no queremos enfrentarnos a las posibles consecuencias».

—Sue Grafton.

Los siete nos encontramos sentados en la parte trasera del camión blindado. En cada banca lateral caben seis personas. Quedamos todos frente a frente, cuatro de un lado y tres del otro, pero sin mirarnos a los ojos; sólo la tenue luz de una pequeñísima bombilla ubicada en el techo nos ilumina a todos. Yo sólo puedo observar las pequeñas ventanillas que están en las puertas traseras del camión, y puedo ver cómo la ciudad se aleja poco a poco, hasta que se convierte en una mancha de luces sin forma. Sólo hasta este momento, cuando desaparece por completo de mi vista, me doy cuenta de que es la primera vez en toda mi vida que salgo de la ciudad. Las fronteras están prohibidas para cualquier ciudadano, y sólo tienen permitida la salida aquellos comerciantes que requieren viajar a alguna de las ciudades base para intercambiar mercancía; también pueden salir los exploradores de la milicia y, por supuesto, Egan, el dirigente de la Gran Nación, y sus altos ministros.

Vivir toda la vida en el Distrito Capital me ha hecho olvidar que este país es más grande de lo que imagino: la Gran Nación está compuesta por decenas y decenas de ciudades base, además de todo el territorio deshabitado de América Central y América del Sur. La gran migración que hubo después de la Tercera Guerra Mundial hizo que la poca cantidad de población del continente americano migrara hacia el norte, donde ahora están ubicadas las Ciudades Base y el Distrito Capital. ¿Cómo es que nunca pensé en qué había más allá de las fronteras? Aunque claro, nunca hemos visto al resto del país, ¿podría culparme a mí misma por vivir encerrada en una burbuja y olvidar que mi propia nación es más grande que la capital misma?

Durante el último año del colegio debemos elegir nuestro destino: universidad o ejército. No quedar seleccionado en ninguna de las dos instituciones implica convertirse en analfabeta, que pocas oportunidades tendrá para trabajar. En el ejército sabemos que los analfabetas se dedican a traficar objetos prohibidos en las bajas calles de los suburbios de la ciudad; no le corresponde a mi unidad llevar a cabo las operaciones que se infiltran en estas calles clandestinas de comerciantes, por lo que no sé exactamente a qué objetos prohibidos se refieren. Lo único que sé es que se trata de objetos existentes antes de la Tercera Guerra Mundial, y han sido totalmente prohibidos debido a que recuerdan a las épocas turbias de la guerra; ahora, vivimos en paz, y eso es lo único que importa.

Conocer la historia de nuestro país y la historia global en general es, por decir menos, aburridor. Desde la escuela tenemos un repertorio de textos digitales proyectados en pantallas que resumen la historia, la política, la constitución y las leyes de nuestra Gran Nación. No podría decir muchas cosas nuevas referente a esos temas, pues también debemos repasarlos en el ejército, lo sabemos de memoria, y podría afirmar que la mayoría de mis compañeros se duermen en aquellas clases.

Cuando volteo mi mirada me doy cuenta de que no soy la única que ha entrado en una especie de hipnosis al observar por las ventanillas cómo se aleja la ciudad: todos y cada uno de mis compañeros tienen sus ojos puestos sobre ese pequeño panel de vidrio. Entonces me doy cuenta de que para ellos es nuevo también, el estar afuera de la frontera recorriendo esta carretera oscura rodeada de bosques. No obstante, la extraña sensación que experimentamos con este hecho se ve interrumpida cuando las ventanillas de repente se tornan blancas, irradiando una luz fuerte. Las ventanas se han convertido en proyectores, como es común en el distrito. Ahora, en lugar de la carretera vacía y oscura aparece el rostro de una mujer, Elisa Woods, la reportera central del Distrito. En sus manos sostiene papeles y detrás de ella se proyectan imágenes de las protestas, o bueno, lo que queda de ellas; ahora sólo se puede ver la plaza central, con algunos autos incendiados y con militares caminando alrededor.

DisidenteOù les histoires vivent. Découvrez maintenant