LSR - Capítulo 2 | La cuerda

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La segunda rebelión

Capítulo 2 | La cuerda

«Al luchar contra la angustia uno nunca produce serenidad; la lucha contra la angustia sólo produce nuevas formas de angustia».

—Simone Weil


Por un reducido lapso de tiempo todo lo que puedo escuchar son murmullos; lo curioso, sin lugar a dudas, es que no se trata sólo de los murmullos de voces humanas, sino también de sonidos insignificantes que parecen traer algún falso recuerdo a mi memoria artificial: el crujido del pasto del bosque cuando cada par de zapatos pisa sobre el mismo con extrema urgencia; el pequeño y casi inaudible sonido de cuerpos colapsando entre sí; el magnífico y diminuto roce de las balas al rozar con el cañón de los fusiles.

Pero los sonidos humanos no pueden ser ignorados. Son, en realidad, bastante intensos. Por ahora parece que tengo un filtro en mis oídos que impide con brusquedad que pueda escucharlos con extrema claridad, pero el retazo de las cuerdas bucales rozando entre sí al producir desgarradores gritos de angustia es inconfundible. Angustia, vaya palabra extraña. ¿Acaso conozco yo el significado de aquellas tres sílabas? No, no lo creo. No obstante, esa palabra retumba en mi cabeza como si fuese el logo de Torclon rebotando en las pantallas de los computadores de la institución. Puedo visualizarlo en mi mente, miré aquellas pantallas fijamente por tantas horas que no pueden ser contadas con mis dedos. Ahora, en la proyección de mi mente la palabra «Torclon» es reemplazada por la palabra «Angustia», y rebota en las esquinas de mi cerebro como si este estuviese tratando de decirme algo.

Sin embargo, no puedo ahondar mucho en el asunto, pues puedo sentir el murmullo de las respiraciones ahogadas y el llanto tormentoso. Es entonces cuando me doy cuenta de que me he desconectado un tanto de la realidad, y cuando logro volver al presente siento entre mis manos el pesado y frío objeto que pronto identifico como mi propio fusil. Frente a mí todo es bastante confuso: cientos de miles de humanos corren de un lado a otro y otros tantos padecen sin vida en el suelo de las afueras del Distrito Capital. Ahora no son sólo mis soldados los que están disparando a diestra y siniestra. Tal pareciera que en cuestión de minutos han aparecido de la nada cientos de humanoides que, a pesar de tener cada uno un par de ojos mercurio o azul neón, y de vestir el uniforme de la disidencia, cuentan con un sistema de órganos humanos perfectamente funcionales. Lo sé porque puedo escucharlos. A estos soldados les late un corazón en el pecho, y entonces reconozco que de humanoides tienen poco. Sus rostros expresan demasiadas emociones como para ser reconocidas por mi sistema.

No, ellos no son humanoides, pero los protestantes piensan que lo son, pues ahora huyen despavoridos hacia el bosque que se expande a cada costado de la carretera.

Volteo mi rostro levemente hacia la izquierda, donde puedo observar al Distrito Capital a lo lejos, con las ruinas del rascacielos de Torclon sobresaliendo entre las demás estructuras y edificios que han sido bombardeados. Los manifestantes que hace pocos minutos sostenían panfletos y gritaban a la par cánticos de protesta, ahora se han dispersado de tal manera que la carretera hacia el Distrito ha quedado casi vacía. No obstante, puedo escuchar a las multitudes corriendo, gritando y muriendo dentro, en los bosques. De los cientos de miles de manifestantes, alrededor de un veinte por ciento ha caído, eso es lo que informa uno de mis soldados, quien recibe señales del helicóptero del departamento de comunicaciones que se encuentra sobrevolando el panorama, con Elisa Woods reportando desde lo alto.

Cien mil manifestantes rodeaban las amplias afueras del Distrito Capital, eso es lo que se reportó hace poco. ¿Esto significa que veinte mil han caído? No existe forma alguna de que mis soldados hayan cometido tal masacre, pues éramos demasiado pocos. De un momento a otro en mi mente aparece un abrupto recuerdo: miles de militares usando el uniforme de la disidencia en las bases de la milicia. Pero ese recuerdo se disipa con rapidez y es reemplazado por ojos artificiales. Hemos sido nosotros. La misión ha sido un éxito.

DisidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora