LSR - Capítulo 6 | La ciudad de las luces rojas

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«No está en ningún mapa. Los lugares verdaderos nunca lo están».

—Herman Melville.


El cielo cercano al Distrito Capital ha sido cubierto por una fina capa de humo proveniente de las explosiones y los edificios en llamas. No sé cómo solía ser la ciudad hace un tiempo, pero ahora no parece real. Se encuentra completamente desolada, sin una sola alma civil a la vista; ahora, tal parece, que los militares han tomado el total control de la misma. Pero no queda en mi mente ningún retazo de memoria que pueda mostrarme la ciudad antes de su caída. Sólo sé su nombre porque era constantemente mencionado en Torclon. ¿Por qué decidieron ejecutarme en una plaza vacía y no en una ciudad concurrida? ¿Acaso la transmisión por medio de la reportera generaría más impacto? Algo le sucede a Renée, esto es parte de su plan, pero no sé qué significa.

Y su plan se ha desarrollado de manera majestuosa, pues ahora me tiene en su poder nuevamente. Cuando pensé que podría saborear un poco de libertad, incluso aunque no sé nada del mundo que me rodea, todo se derrumbó en cuestión de segundos. Hubiese sido mejor morir, después de todo, pues ahora ni siquiera tengo energía para intentar luchar contra mis captores, incluso aunque soy consciente de que sería una lucha perdida.

Observo al hombre que maneja la camioneta. Sus ojos color oliva están fijos sobre la carretera, y su mirada perdida sólo me indica que algo sucede en su cabeza. Cada tanto muerde sus labios, pensativo, y sus cejas se fruncen hacia el centro de su rostro. No estoy segura de qué emoción está sintiendo justo ahora, pero no pienso preguntarle, pues mis ojos comienzan a buscar una forma de escapar, incluso aunque sé que es imposible. Tal vez insisto en mantener la esperanza, incluso aunque mi mundo esté sumido en oscuridad.

Por algún motivo, él ha pedido que nos dejen solos. Delante de nosotros hay otra fila de camionetas, y cuando observo disimuladamente hacia la ventanilla de atrás, me encuentro con la misma situación. Estamos completamente rodeados.

—Te atraparemos si lo intentas —asegura el hombre, lo cual me toma desprevenida—. Lo único que lograrías es retrasarnos.

Pensé que su evidente distracción evitaría que él se diera cuenta de lo que yo estaba analizando. Pero al parecer es una persona intuitiva, incluso aunque su mente esté batallando con otros temas.

Me remuevo en mi asiento, incómoda. El bosque corre fuera de mi ventanilla con extrema rapidez. Han tomado un camino alejado de las carreteras, y eso sólo me indica que me llevarán a alguna de las entradas del laberinto subterráneo de Torclon. No hay escapatoria, eso es definitivo. Comienzo a ser incluso más consciente de ello cuando mi cuerpo me pide a gritos por algo que ni siquiera logro reconocer, algo que ayudaría al agobio de mis músculos. Siento que si intentase correr unos cuantos metros ya estaría completamente agotada.

Las palabras del hombre se quedan en el aire. Yo no respondo. ¿Qué más quieren de mí?

—Les pedí que me dejaran solo contigo por un motivo —explica repentinamente.

Continúa con la vista fija en el camino. Su inquietud podría sentirse a metros de distancia.

—No responderé a nada. Deberían asesinarme de una vez por todas.

Mi voz es baja, seria. Puedo notar por el rabillo del ojo cómo él voltea a observarme. Sin embargo, yo no lo miro.

—No sé qué te hicieron creer en Torclon, pero nosotros no somos el enemigo.

—Es lo mismo que me decían en Torclon. Cuando alguien asegura que no es el enemigo, ¿qué tanto deberías creerle? Porque yo les creí, y terminé esperando mi ejecución en medio de una plaza.

DisidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora