LSR - Capítulo 8 | Retazos

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«Aunque logres ocultar los recuerdos, o enterrarlos muy hondo, no puedes borrar la historia. La historia no puede borrarse ni alterarse. Porque significaría matarte a ti mismo».

—Haruki Murakami.


El silencio se ha esparcido hasta cada rincón de la sala. Ahora que Lugh y Heracles se han ido, el lugar se siente mucho más vacío. Todos me observan con detenimiento, pero son las miradas de Astrid y Gannicus las que más me intimidan, pues ahora que sé que ellos son los que mandan aquí siento que mi destino está en sus manos, que podría quedar completamente desamparada si ellos no deciden aceptarme completamente.

Le doy un vistazo a Martin, quien me dedica una pequeña sonrisa, a pesar de que la expresión de preocupación de su rostro no concuerda con la misma. Martin es quien me otorga un poco de tranquilidad justo ahora. Este silencio sólo me recuerda a mi celda en Torclon, y temo con que aquellos turbulentos recuerdos puedan ocasionar en mí una reacción adversa.

Puedo escuchar el sonido de mi propia respiración, aunque ahora pareciera lejano. Estando de pie frente a ellos, comienzo a experimentar nuevamente aquella sensación de cansancio extremo que me había envuelto hace unas horas. No es, sin embargo, un cansancio común; siento como si la sangre que corre por mis venas fuese más liviana, como si el peso de mi cuerpo se asemejara más al de una pluma. No podría correr, ni luchar, creo que ni siquiera podría cargar un fusil.

Cuando observo hacia abajo me encuentro con el logo de la disidencia grabado sobre mi chaqueta militar. Había olvidado por completo este detalle. Froy me ha dicho que nos encontramos en territorio disidente, y entonces no puedo evitar pensar que este símbolo, a pesar de ser igual al de ellos, no es realmente el suyo: este símbolo fue puesto allí por Torclon, por algún motivo que no logro recordar, pero mi corazón se acelera ante el mero pensamiento de que haya sido con un fin malévolo, y estoy segura de que así ha de haber sido.

Por ahora, parece que a ellos no les importa este detalle, pues continúan tan concentrados como lo han estado por los últimos minutos. Froy comienza a mover su pierna en un tic impaciente, y es ese el único sonido que retumba en las paredes de este lugar.

Segundos después, Gannicus se pone de pie. Por un instante parece pensar dos veces lo que va a decir, hasta que finalmente habla:

—Puedo escucharlo. Es muy débil, pero está allí: tienes un corazón que late.

Los demás permanecen en silencio, pero al cabo de unos pocos segundos asienten lentamente, un tanto confundidos con lo que cada uno acaba de oír en mí.

—Yo también lo escucho —comenta Alai, cruzándose de brazos—. Es humana, entonces. Es Abigail.

Astrid menea la cabeza. Parece que por su cabeza se cruzan decenas de posibles teorías ante lo que está presenciando.

—¿Podemos realmente asegurar que es Abigail sólo con este hecho? —inquiere.

—Bueno, si fuese tan solo una copia humanoide no tendría un corazón que late —indica Froy—, ni la necesidad de respirar. Y dudo que Torclon tenga la tecnología necesaria para crear clones netamente humanos desde cero. Sólo pueden crear máquinas.

Observa a los humanoides rápidamente.

—Sin ofender —recalca.

Gannicus sonríe.

—No nos ofende nuestra naturaleza, Froy —señala—. Tienes un punto, además. La tecnología genética de Torclon ha llegado a resultados inimaginables, pero todavía no pueden crear clones netamente humanos.

DisidenteWhere stories live. Discover now