LSR - Capítulo 16 | Defectos

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«Siempre me ha parecido que a un ser humano sólo le puede salvar otro ser humano».

—Heinz G. Konsalik



Lugh es más rápido que yo. Me agarra del brazo tan pronto me alcanza, impidiéndome continuar con mi camino. A este punto ni siquiera sé si estaba tomando la ruta correcta en este laberíntico túnel subterráneo, pero sé que debo confiar en la corazonada que me dice lo que Martin planea hacer; tal vez lo conozco demasiado bien, mi cuerpo y mi mente saben reconocer patrones incluso aunque no haya recuperado toda mi memoria. Tengo que alcanzarlo.

Samuel llega después. Apoya sus manos sobre sus rodillas en un intento de recobrar el aliento; yo comienzo a halar de mi brazo en un intento de continuar mi camino, pero el humanoide tiene más fuerza que yo. Sé que podría oponer más resistencia, tal como lo hice con Heracles, pero mi energía está enfocada sólo en una cosa: mi hermano.

—¿Cómo estás tan segura? —inquiere Lugh con afán.

—No sé explicarlo —respondo—. Tal vez se trata de un vínculo de hermanos. Me dijo algo al despedirse de mí en Babilonia, cuando lo dijo se fue sin más, como si no pudiera decírmelo a los ojos.

—¿Qué te dijo?

—No hay tiempo. —Volteo mi rostro a Samuel, quien nos observa confundidos—. ¿Renée saldrá por la carretera?

—Primero recorre las calles principales saludando a los civiles desde su camioneta, eso sucederá en aproximadamente diez minutos, siempre terminan a la misma hora —explica—. Pero si Martin planea lo que crees entonces ha de estar en la ciudad, mezclado entre los ciudadanos, no hay otra forma. En la carretera no tendría manera de alcanzarla.

—¿Y si está esperando desde alguna de las ventanas de los edificios? Será más difícil encontrarlo.

—Para acceder a los edificios necesitas identificación. Tiene que estar en la calle, es el momento más vulnerable de Renée: su ventanilla está abierta, hay mucha gente como para que los militares puedan vigilarlos a todos; las personas están emocionadas, nadie prestará atención.

—¿Quién podría emocionarse al ver a Renée Reed? —Lugh hace una mueca de asco tan pronto pronuncia su pregunta.

—Una de las ciudades más conservadoras de la nación —aclara el joven.

Lugh no puede creerse el que alguien siquiera pueda admirar a Renée; samuel le enumera todos los posibles motivos por los cuales una ciudad como la 27 estaría enorgullecida por alojar reuniones gubernamentales, y yo sólo puedo concentrarme en una cosa: las pequeñas rendijas que dan a la calle.

Cuando me concentro en ese detalle las voces de Lugh y Samuel desaparecen, y entonces puedo escuchar los murmullos de la multitud que espera a Renée allí arriba; puedo escuchar cientos de pasos sobre el asfalto e incluso puedo reconocer el sonido de las pesadas botas militares. Si nadie prestará atención a su alrededor entonces yo tengo que subir.

Agarro a Samuel de los hombros, tomándolo desprevenido; el pobre se ha llevado pequeños sustos hoy ante nuestra inesperada llegada.

—Dame algo con lo que pueda cubrirme —pido con impaciencia.

Él frunce el ceño mientras Lugh comienza a protestar.

—No pensarás subir. Te recuerdo que hay un precio por tu cabeza —enfatiza el humanoide.

—Tengo que encontrar a Martin antes de que cometa una locura, terminará muerto.

—Y tú también.

DisidenteWhere stories live. Discover now