LSR - Capítulo 19 | El origen

3.7K 480 185
                                    

«La guerra es el arte de destruir hombres, la política es el arte de engañarlos».

—Jean Le Rond D' Alembert


Cuando intento correr hacia el lugar en el cual acaban de desaparecer mis piernas desfallecen cuando el intenso ardor vuelve a envolver mis venas. Puedo sentir los latidos acelerados de mi corazón a medida que el dolor envuelve mi cuerpo. Cuando alzo mis manos temblorosas frente a mis ojos puedo notar cómo las venas comienzan a brotarse en mis muñecas, y esta vez no puedo evitar que un grito de agonía se escape de mi garganta.

Martin me sostiene con preocupación, sus ojos bien abiertos me observan con fijeza cuando comienzo a revolcarme sobre el pasto seco. Mis pensamientos se bloquean por completo, no existe manera en la que pueda lograr que mi cuerpo libere la tensión que estoy sintiendo. Sólo cuando las lágrimas comienzan a bajar por mis mejillas aquel insoportable ardor se detiene de manera abrupta.

Mi piel comienza a sudar y por un momento no entiendo dónde estoy. Observo el rostro de mi hermano y sólo sus palabras pueden traerme de vuelta a la realidad.

—Me quemo tan solo tocando tu piel. —Comienza a mirar a su alrededor con desesperación—. Tenemos que encontrar a Russo pronto.

Me recuesta contra una roca con prontitud. Puedo notar el afán en sus movimientos.

—Los demás —susurro, pero él alcanza a escucharme.

—Podrán defenderse un rato, sea donde sea que estén. —Frunce el ceño y se pone de pie—. Ahora lo primordial es Russo, él está donde Renée esté.

Se aleja corriendo y puedo ver su silueta a la distancia mientras encuentra alguna entrada. El sol ardiente comienza a envolver mi cuerpo y, aunque esté sudando como producto de la fiebre y el sol esté quemando mi piel, tiemblo del frío. A duras penas puedo mantener mi mirada vigilante sobre Martin mientras temo cada segundo que termine igual que los demás. Pero no puedo siquiera preocuparme como lo haría en esta situación, no puedo pensar en Lugh, Alice, Alai y Forseti, no puedo correr a ayudar a Martin a encontrar una entrada; es como si todas las defensas de mi cuerpo estuviesen enfocadas en intentar atacar lo que sea que está consumiéndome.

No me sorprenden los mecanismos de defensa de Torclon, ellos siempre han sido paranoicos cuando se trata de la seguridad de la institución. Creo que ni siquiera Egan Roman y MOC tienen tantas artimañas y trampas en el congreso, en la corte o en la mansión del dirigente. Mis ojos se centran en uno de los pequeños sensores que se mezclan con la tierra y no me sorprendería que todo este desértico y caluroso páramo esté repleto de ellos. Sé que Martin conoce bien las artimañas de Torclon y sé que al menos estará esquivando los sensores a medida que busca.

Cuando vuelvo mi mirada hacia mi hermano me sorprendo al notar que ahora se encuentra a unos doscientos metros de distancia, y cada vez se aleja más. Me incorporo en mi lugar en un intento de ponerme de pie y lo logro con un poco de dificultad.

Mi garganta arde, mis labios también; sólo después de un rato noto una pequeña gota de sangre deslizándose desde mi labio inferior, el cual se ha rajado un poco. Estoy tan deshidratada que no sé cuánto pueda soportar en este lugar.

Cuando observo al horizonte puedo notar las ondas de calor transparentes emanando desde el suelo, las cuales distorsionan un poco la vista, aunque realmente no haya mucho por ver. Puedo observar los rieles del tren, algunos árboles, rocas, cactus, el pasto casi seco; es como si este fuese el límite entre el desierto y la pradera.

Cuando vuelvo la vista hacia mi hermano este está saltando en un intento de llamar mi atención. Ahora su figura es tan pequeña que mi enfermo cuerpo no puede descifrar a cuántos metros de distancia se encuentra ahora; sin embargo, eso es lo que menos importa ahora, pues tal parece que ha encontrado una entrada y no puede darse el lujo de perderla, pues todo aquí se ve igual. Ahora soy yo la que debo dirigirme a él.

DisidenteWhere stories live. Discover now