Capítulo 20 | Valse sentimentale

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«Ojalá podamos tener el coraje de estar solos y la valentía de arriesgarnos a estar juntos».

—Eduardo Galeano.


Nota de autora: Mi capítulo favorito hasta ahora, ya verán por qué. ¡Espero lo disfruten como yo! !Saludos¡


No hubo un momento determinado durante el cual maquinara un plan maestro ante las palabras de Alice; por el contrario, todo pasó por mi mente como un ventarrón violento y abrasador, sin darme tiempo de digerir cada pensamiento que se atravesaba por mi confusa cabeza. Por un instante sentí que mi corazón se paraba y que todo mi mundo se desarmaba en bloques que caían hacia un vacío infinito donde no había más que oscuridad. Fue entonces, con los grandes ojos de Alice mirándome con una mezcla entre lástima y tristeza, que me di cuenta de que yo no podría afrontar una pérdida más en mi vida; que el correcto manejo de las emociones devastadoras no era algo de mi experticia y que mi vida sin Martin no tendría sentido alguno.

Con todo lo que ha sucedido últimamente mi cabeza perdió la capacidad de enfocarse en una cosa a la vez: ver a mi hermano en un evidente estado de maltrato y tortura logró causar en mí un inmenso sentimiento de odio hacia mi madre y la institución que ella representa. Tal vez reprimí un tanto la situación a la vez que inconscientemente intentaba sobrellevar las cosas que han sucedido con los disidentes, pero para mí no hubo duda en el momento en el que escuché aquellas desgarradoras palabras de la boca de la pelirroja: si ellos no me ayudarán a rescatar a Martin, entonces lo haré yo sola.

No pego el ojo en toda la noche. A pedido de Alice me han asignado una habitación nueva en lo más alto de uno de los modernos edificios de Babilonia; dicha habitación está cerca a la de ella y no pude evitar pensar en que su solicitud no tiene mucho que ver con las ganas de que pasemos más tiempo juntas, sino que quiere tenerme vigilada. Ella, que extrañamente entiende y experimenta una dimensión más amplia de los sentimientos humanos más que cualquier otro disidente, tal vez sabe muy bien las locuras que una emoción afligida puede llevarle a cometer a una persona. Pero esta vez actúo en silencio. Iré por Martin y nadie me detendrá, incluso si muero en el intento.

Y mientras empaco ágil y desordenadamente una pequeña mochila con los suplementos necesarios para mi viaje al Distrito Capital tengo muy presente que existe una enorme posibilidad de morir. Soy realista, se trata de una misión suicida; jamás podré sacar a mi hermano del Distrito Capital yo sola, pero sé que no podré vivir con tranquilidad recordando que él fue ejecutado por la Gran Nación y que yo no hice ni el más mínimo intento por ayudarlo. Así, si él ha de morir entonces yo moriré con él.

Partiré mañana en la noche. No tengo la más mínima información sobre la situación de mi hermano aparte de lo que Alice me comunicó. Antes de irme debo cumplir con la promesa que les hice a los disidentes. La guerra contra la Gran Nación será declarada y mi último propósito antes de dirigirme a una muerte casi segura es que tengo que ser yo quien la declare. La tiranía ejercida por aquella nación ha de terminar pronto; las injusticias cometidas contra el pueblo deben llegar a su fin, y las voces honestas de los humanoides tienen que ser escuchadas. Se acabó la mentira, se acabó la esclavitud. Mi cuerpo actúa en consecuencia de las fuertes corazonadas que siento contra mi pecho, las cuales están siendo alimentadas por la ira y el odio. Nunca más seré víctima de la opresión de la Gran Nación.

Cuando termino de empacar escondo la mochila debajo de mi cama. He robado navajas de la habitación de Alice mientras ella no estaba; después de todo, los humanoides sólo están acostumbrados a convivir entre ellos y no sienten la necesidad de asegurar sus puertas al salir de sus lugares.

DisidenteWhere stories live. Discover now