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Halloween, la época dónde los infantes salen a pedir dulces disfrazados de lo que deseen.
Un tímido albino caminaba por las calles buscando lugares dónde pedir dulces, a lo lejos, dos adultos observaban con sumó cuidado cada movimiento del menor. Buscaban con la mirada a su travieso criador, esta fecha no era la mejor para recordar en su infancia.
— ¿Lo vez? — Silver preguntaba, su mirada se clavaba en los tejados de las casas en busca de algún extraño movimiento.
— Nada — Contestó Sebek inspeccionando las calles — No pensé que haría éso con el pequeño humano — Suspiró pesado quitando los binoculares de sus ojos, Silver imitó su acción regresando su mirada al peli verde.
— El viejo suele ser cruel — Un bostezo salió de sus labios, era muy tarde y el sueño lo consumía poco a poco pero estaba dispuesto a sacrificar éso para que el menor no tuviera una pésima experiencia — ¿Dónde se metió Félix?
Ambos comenzaron a buscar desesperados con los binoculares al nombrado, un sólo segundo lo descuidaron y ya lo perdieron. Sin ellos cerca el menor quedaría a merced de Lilia.
Entraron en pánico cuándo una sombra pasó por sus binoculares, la preocupación por el menor les llegaba, pero vaya sorpresa se llevaron al enterarse que el niño no era la víctima.
— ¡Grrr! — Detrás de ambos adultos sonó un espeluznante gruñido, con lentitud voltearon su cabeza encontrándose con un tenebroso mounstro de color negro.
Los gritos de ambos adultos llegaron a los oídos del menor quién asustado buscó el origen de aquellos afeminados gritos.
— ¡Ya asustaron a la señora Renata! — Gritó la mujer quién le entregaba los dulces al albino — No te preocupes mi niño, no te asustarán a tí
— Gracias señora ¡Feliz Halloween! — Avergonzado se fue de ese lugar, el sabía perfectamente de quiénes eran esos gritos.
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