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—Disculpe —tocó el hombro del azabache llamando su atención—. ¿Conoce a esta chica? —mostró la foto de su amiga sorprendiendolo—. La estoy buscando por que debe en mi pastelería.
—No señor, lamentó no ser de mucha ayuda pero no la conozco—colocó su palma extendida en su pecho.
—Oh, no te preocupes —estaba a punto de irse cuándo escuchó una voz conocida.
—¡Malleus! —abrazó el brazo del nombrado—. ¡No creerás el chisme que me enteré!.
—¡No según no la conocía! —señaló furioso a la chica.
—No la conozco señor —se soltó del agarré de la chica.
—Claro que si me conoces, Malleus —miró al azabache buscando ayuda con la mirada.
—No, se esta confundiendo de persona señorita —tomó la mano de la chica entre sus manos—. Yo me llamó Estefano, no tengo el placer de tener aquél nombre tan majestuoso de la persona que me confunde —recibió una mirada de confundida por parte de la chica—. Si me disculpan, me retiró —se fue dejando atrás a la chica con el furioso pastelero.
—¡AYÚDAME MALLEUS! —era jalada por el pastelero—. ¡NO TENGO DINERO Y NO PIENSO PROSTITUIRME!.
—No exagere señorita, usted lavara los trastes como pagó. No soy un mounstro.
—¡¿MALLEUS ENSERIO DEJARÁS QUE ME HAGAN CRIADA?! —el nombrado ni siquiera se inmutó antes sus palabras—. ¡MALDITO, CUÁNDO TE VEA ME LAS PAGARÁS!.
Y así la chica terminó lavando los trastes de la panadería durante toda una semana y el azabache, bueno el durante esa semana tomó café tranquilo en su dormitorio.
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