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Los hijos, esas copias tuyas en miniatura que robaran muchas horas de sueño, tranquilidad e intimidad con tu pareja.
Aún así, un hijo llega a ser amado bastante, deseado o no, de alguna manera esas bolas de grasa activan tus sentidos de protegerlo cueste lo que cueste.
—Ten cuidado con ésto —tomo de los hombros al chico que se acercaba a una pócima de un azul claro muy atractivo.
—¿Por?, ¿Me convertiré en un gato? —contesto burlón.
—No, sólo qué aún no se para sirve —contesto tomando la pócima entre sus manos—. Por lo qué puede ser muy peligrosa al no saber para que sirve, ¿Entiendes?
—Claro —sonrió desinteresado por aquella información, la verdad es que no le gustaría ser un conejillo de indias del pulpo. Por lo qué cambiar de tema sería lo mejor—. ¿Y Jade y Floyd? —pregunto al no haber visto a los susodichos en toda su estancia en el dormitorio.
—Están ocupados con unos asuntos, tal vez no tarden mucho en llegar —contesto sin parar su caminar por ese vacío pasillo—. ¿Los necesitabas para algo?
—No, sólo quería saludarlos.
—Ya veo. Bien, gracias por ayudarme en traer algunas cosas —agradeció abriendo la puerta de su oficina permitiéndole al contrario dejar las cosas que cargaba—. Puedes retirarte.
—Gracias Azul, te veo luego —se despidió con una enorme sonrisa dispuesto a partir de ahí.
Azul le dió una leve sonrisa despidiéndose del chico, se dió media vuelta para adentrarse a su oficina pisando en falso causando que la pócima que tenía en sus manos saliera volando a dirección del menor.
