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—¡Observa, este hermoso abrigo de piel de jaguar! —acercó alegre la prenda a la femenina, quién se encogió tragando en secó.
—E-Es mu-uy he-ermoso —alejó la prenda de su rostro, sus orejas bajaron y su larga cola se enrollo en su pierna izquierda—. Pero... Yo soy un jaguar... Es espeluznante.
—Sabes que no es piel de una bestia —suspiró colgando con cuidado el abrigo—. Sabes, ser modisto me gusta más que enseñarle a esos indisciplinados cachorros.
—Siempre me ha dado curiosidad ¿Por que le llama cachorros a sus alumnos? —acomodó las telas que anteriormente compraron, eran muy pesadas por eso el mayor llevó a la femenina con él.
—No te lo diré —suspiró quitándose su gran abrigo—. Ya no volveremos a esa tienda —se sentó tranquilo, tomando un poco de agua observando como la femenina acomodaba las nuevas exhibiciones.
—¿¡Que!? Usted esta loco, ese lugar tiene las telas más baratas y de alta calidad —el mayor dejó a un lado su vaso para mirar serio a la femenina.
—No me gusta como trata a los perros que entran, los golpea para que salgan ¡Es de lo más bajó!.
—Que hipócrita se vio —susurró para si misma, miraba incrédula como abrazaba el abrigo de piel de jaguar, hace un rato defendía al pobre perro y ahora abrazaba un abrigo de piel, en fin la hipocresía.
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