21 - ¿Quién te crees que sos?

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12/05/19

La vuelta a casa es en silencio, tanto que por momentos siento que Gonzalo está enojado por no haberle dicho lo de Pala.

Varias veces tengo que repetirle que no es mi culpa, que yo solo le estaba haciendo un favor, pero él no me presta atención. Su vista está fija en la calle, las manos aprietan el volante con fuerza y su respiración es lenta, tan tranquila que confunde.

Sus respuestas se limitan a ruidos con la boca. Algún que otro "Mmm" se le escapa cuando hablo, pero palabras cero.

Mentalmente lo puteo a Pala unas mil veces. Siempre metiéndome en quilombos por su culpa. Al fin que estábamos bien con Gonza.

Yo soy la primera que entra al departamento. Él me sigue detrás. Dejo mi celular y mi cartera en la mesa ratona de la sala y en el sofá respectivamente. Fue un día largo y lo único que quiero es darme una ducha calentita y acostarme a dormir.

Gonzalo va directo al cuarto. Sé que debe estar cansado también, así que no le digo nada y me meto al baño.

Odio lavarme el pelo de noche porque no me gusta usar secador, y como tarda en secarse, termino durmiendo con el pelo mojado y al otro día parezco el antes en un comercial de acondicionadores anti frizz. De todas formas, como estoy tan distraída, lo primero que me mojo es la cabeza, y ahí caigo en la cuenta de que me mandé una cagada. Pero en fin, venga el shampoo.

Salgo en ropa interior y con una toalla en la cabeza. Cuando entro al cuarto, veo que Gonza está dormido. Me dirijo hacia el espejo y, después de sacarme la toalla, me paso un peine para darle forma al pelo mojado. Busco una remera de algodón vieja, de esas que Gonza ya no usa más o usa solo para estar tirado en el sillón comiendo papas fritas y comienzo a secarme el pelo con eso. La remera se empapa rápido, pero conserva el olor del perfume de Gon.

Estoy tan perdida en mis propios pensamientos que apenas siento cuando un brazo me rodea la cintura desnuda y me acorrala contra el vestidor.

Me sobresalto. ¿No estaba durmiendo? ¿En qué momento se despertó? Su torso desnudo hace fricción contra mi espalda, y logra mantenerme inmóvil por un segundo.

—Pensé que dormías —le digo, y logro girar para quedar frente a frente con él.

Por su parte, él ignora mis palabras. Con la mano que tenía libre, agarra mi nuca y se acerca a mi cuello, donde deposita un beso húmedo.

—¿Quién te crees que sos? —pronuncia entre dientes, y luego levanta la cabeza para mirarme con intensidad— ¿Quién te crees que sos para esconderme lo de Pala?

Raro.

Abro la boca para decir algo, pero antes de que pudiera modular cualquier excusa, él me calla uniendo nuestros labios. Deja un beso corto ahí y se pone de rodillas.

Tomando una de mis piernas por el muslo, la levanta y la pone sobre su hombro.

—Gonza... —lo nombro en un hilo de voz.

Él no me presta atención, sino que ahora comienza a dejar un camino de besos desde mi rodilla hasta mi pelvis. Muerde la piel del muslo y me besa debajo del ombligo.

No puedo negar que mi cuerpo reacciona al roce, y sin poder oponerme, me muerdo los labios y apoyo mi cabeza mientras cierro los ojos. Él enreda sus dedos en mi ropa interior y la baja en dos segundos. Comienzo a sentir un poco de humedad cuando su boca baja de mi vientre a mi entrepierna, y ahí es donde se pone a jugar con su lengua.

—Gonza... —repito reprimiendo un gemido, y lo único que puedo hacer es tocarle la cabeza mientras me recuesto contra la pared para no caerme.

Mis piernas comienzan a temblar cuando lo siento ahí abajo, y al parecer, él percibe que no voy a poder aguantar más si sigo parada, porque rápidamente se pone de pie y me levanta en sus brazos. Mientras me besa el cuello, se dirige a la cama, donde me tira con brusquedad, haciendo que rebote ligeramente sobre el colchón.

Me quejo, pero a él no parece importarle. Metiendo una mano bajo mi espalda, desabrocha mi corpiño y lo tira a un costado de la cama. Entonces su lengua comienza a jugar con mis pezones, algo que me pone a mil y él lo sabe. Mientras se entretiene ahí, introduce el dedo del medio en mi entrepierna, provocándome un gemido fuerte. Como estoy tan mojada, introduce otro más, el índice, con facilidad, mientras me hace masajes con su pulgar en la parte externa.

No se detiene a pesar de que yo no puedo parar de retorcerme y gemir. Siento que puedo llegar al clímax en cualquier momento, pero no quiero que sea así.

—No puedo más —pronuncio apenas, con mucho esfuerzo, y Gonzalo me toma con fuerza por el cuello, presionando mi garganta. Increíblemente, en lugar de asustarme, me gusta.

En ese momento, siento su miembro adentro mío, y esta vez, a diferencia de todas las anteriores, comienza a embestirme con más ritmo. Ya no lo hace lento como antes. Lo hace con furia, como si quisiera descargarse conmigo.

Sin soltar mi cuello, acerca su boca a la mía y, a dos centímetros, presiona los dientes y dice:

—¿Pensaste que podías mentirme otra vez?

Casi no puedo percibir sus palabras. Mi mente está totalmente en otro mundo, sintiendo entre mis piernas la presencia de Montiel.

—No... no pares —ruego con los ojos cerrados, y siento como su lengua recorre mi cuello.

Tomando una de mis piernas, Gonzalo la flexiona contra mi pecho para lograr tener más acceso a mi entrepierna, y sin parar de moverse adentro mío, se mete un dedo en la boca y lo pasea por todo mi sexo.

No puedo parar de gemir. Tampoco recuerdo haber sentido tanto placer antes. Siento que puedo explotar en cualquier momento, pero él no para. Mis piernas comienzan a temblar y siento pequeños choques en el cuerpo, como si reaccionara de a poco. Él no se detiene, continúa, no interrumpe sus movimientos por nada del mundo.

Le ruego que siga, que me gusta así, y entonces sale de mí, tomándome por sorpresa.

Se sienta en la cama y me toma los brazos para levantarme y hacer que me siente encima suyo. Acomodando su miembro con la mano, vuelve a penetrarme, y nuevamente comienza a lamer mi cuello mientras yo lo cabalgo y me muevo en círculos encima suyo.

Estoy tan excitada que apenas siento cuando me toma el cabello húmedo y lo estira con fuerza. No entiendo esta versión violenta de Gonzalo, pero tampoco voy a decir que me disgusta. Al contrario.

Sin dejar de moverme sobre él, Gonza me toma la mandíbula y hace que lo mire fijamente a los ojos.

—¿No vas a volver a mentirme? —me pregunta presionando sus dedos contra mi piel e intensificando los movimientos de su pelvis.

Lo siento tan adentro que casi no puedo responder. Me muerdo el labio y niego con la cabeza. Entonces él me besa, metiendo su lengua en mi boca y pasándola por mi paladar. Gime contra mis labios y sus manos se posan en mis nalgas para continuar moviendo mis caderas en círculos.

Me aferro a su nuca y muerdo su hombro derecho. No puedo más, y pierdo todas las fuerzas cuando lo siento acabar adentro mío, haciendo que yo también lo haga. No pienso disimular los gemidos. Estoy demasiado cansada y excitada como para hacer el esfuerzo. Casi sin darme cuenta, comienzo a gemir en su oído, y él se mueve adentro mío un poco más, hasta que siente que me calmo.

La primera que cae a la cama de espaldas soy yo. Él se acomoda encima mío y roza su miembro contra mi entrepierna. Entonces comienza a besarme lentamente, como si fuera otra persona, como si el Gonzalo violento y furioso no existiera.

Yo respiro con dificultad, como si me faltara el aire, pero no quiero apartarme de su boca, de sus labios. No quiero dejar de sentir su cuerpo sobre el mío.

Gonzalo se acerca a mi oído y me susurra:

—Te dije que lo arreglaríamos en casa —y suelta una risa ronca.

Cuando se acuesta a mi lado, le sonrío y me acomodo contra su cuerpo con dificultad. Me duele la entrepierna y las piernas no me paran de temblar. Por otro lado, él está sudado y caliente, y también se esfuerza por recuperar el aliento.

Sé que está mal, pero si me va a castigar siempre así, voy a empezar a mentirle más seguido.

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⏰ Cập nhật Lần cuối: Apr 06, 2021 ⏰

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