23 - Fantasma

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» 1 de diciembre de 2018

Busco rápidamente entre mis ropas algo que ponerme. Sí, estoy decidida a ir. Si llego y Gonzalo no está, al menos voy a volver con la consciencia tranquila porque lo intenté. Peor es no animarme y pasar toda la vida preguntándome qué hubiera ocurrido si iba. 

Una pollera blanca de jean y un top me parece la opción más viable. No es un boliche, solo un bar, y además sé que a Gonzalo le gusta verme más natural, no tan producida. Es increíble cómo planeo todo con detalle para volver a gustarle. Nunca en mi vida me había vestido "para un hombre", pero ahora, todo lo que elijo usar lo hago pensando "¿esto le gustará?". Mi yo del pasado se está burlando de mí y llamándome fracasada.

Por suerte tengo que esperar muy poco hasta conseguir un taxi. Le paso la dirección y le escribo a Exequiel diciendo que ya estoy yendo. Él me dice que lo logró, que Gonzalo salió con ellos "para despejarse" con la condición de que se trate de tomar unos tragos y nada más. 

Comienzo a ponerme nerviosa cuando estamos llegando y en mi mente ensayo un montón de pedidos de disculpa. Ninguno me convence, así que decido hacer como vine haciendo a lo largo de toda mi relación con Gonzalo: improvisar.

Luego de pagarle al taxista, entro al bar mientras le envío un mensaje a Exequiel preguntando en dónde están. Me dice que están en la terraza, y para eso tengo que subir un par de escaleras. No quiero tomar esta noche, solo quiero arreglar las cosas con Gonzalo y volver a casa con él. Ni siquiera traje tanta plata como para gastar en bebidas, porque sé que no es lo que corresponde.

Los veo al fondo, con botellas en la mano, sentados frente a una mesa alta. Sólo están Exequiel, Gonzalo y Romina. Ella me chupa un huevo, no pienso dirigirle la palabra. Solo me interesa hablar con Montiel, pero cuando él me ve, se le borra la sonrisa.

No me animo a avanzar. Romina también me ve y pone cara de desconcierto. Entre los tres intercambian unas palabras y veo que Gonzalo se muerde el labio inferior con bronca. 

Listo, la cagué.

Comienzo a pensar que quizás no tenía que haber venido, que todo es al pedo. De repente, lo único que quiero es desaparecer, volver a casa, llorar por horas y quedarme dormida, o morir en su defecto.

Palacios comienza a caminar hacia mí, y yo estoy inmóvil, en el medio del lugar, mirando fijamente a Gonzalo, que hace de todo para esquivar mi mirada.

— Viniste —me dice Exequiel con una sonrisa muy pero muy fingida.

— ¿Cómo se lo tomó? —pregunto sin sacarle los ojos de encima a Montiel.

Pala piensa unos segundos y luego se anima a decir:

— Como el culo. Se enojó conmigo por haberte avisado que veníamos.

— Exequiel... —comienzo a protestar, pero él levanta una mano para callarme.

— Tranqui, lo estoy tratando de convencer. ¿Por qué no vas a la barra y te pedís algo mientras? Parecés una loca parada acá. 

Comienzo a odiar a Palacios por estas ideas sin sentido. No sé ni por qué le hice caso desde el principio. Ahora me estoy dando cuenta de que todo esto había sido en vano.

Camino derrotada hacia la barra y el barman me pregunta qué voy a tomar. No conozco casi ninguno de los tragos de la carta, así que me pido un Sex on the beach, que es lo único que me suena familiar junto con las Caipirinhas.

Estoy tan bajoneada que siento cómo las lágrimas comienzan a querer salir, pero me repito a mí misma que la noche todavía no termina. Quizás Palacios puede llegar a convencer a Gonzalo después de todo, tengo que darle una chance y confiar en él. Pero las horas pasan y no hay rastro de reconciliación con Gonza.

» CULPABLE - Gonzalo Montiel « Donde viven las historias. Descúbrelo ahora