O9 - Estúpido

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» 21 de octubre de 2018

Estúpido, es lo único que se me ocurre para referirme a el. ¿Por qué? ¿Por qué decidió tomar esa actitud tan pasiva? Que no me metiera, que no sabía qué tipo de relación tenían. Como si no conociera a mi mejor amiga. 

¿Relación abierta? Para nosotras no.

Bajo las escaleras de la estación de subte ante la atenta mirada de todos los que se cruzan conmigo. No me extraña. Sé que luzco como si estuviera volviendo del casamiento de los locos Addams. Me da igual, acá nadie me conoce y no me voy a cruzar más con esta gente. Me cuesta caminar con estos zapatos de mierda y aún así lo hago como si quisiera escapar de Gonzalo a pesar de que sé que él se quedó en su departamento. Mejor. No pretendía que me siguiera. Sólo quería alejarme de él.

No entiendo su accionar, no entiendo cómo puede justificar a Exequiel. Estas cosas no se pueden justificar.

Aunque quizás estoy siendo dramática en exceso. Quizás para ellos no tiene el mismo significado que para nosotras. Quizás tanto Exequiel como Gonzalo no entienden la gravedad del asunto, pero es que sé como se siente estar en el lugar de Romina. Es una mierda. Y la conozco, sé que la relación para ella va en serio y eso me molesta aún más. Me encantaría llamar a Gonzalo solo para putearlo, pero ¿que más da? No quiero quedar como una estúpida. No puedo creer que todo este tiempo traté de gustarle a alguien que me decepcionaría tanto.

También quiero llamar a Exequiel, o buscarlo en su casa. No tengo su número, pero si lo tuviera ya lo habría bombardeado a mensajes, por forro. Respiro profundo. No, sé que en realidad no lo llamaría, pero no por él, ni siquiera para preservar a Romina. No lo haría porque Gonzalo me pidió que no lo hiciera. Y creo que se lo prometí, no me acuerdo, pero interiormente lo hice.

Pero es que no le debo nada, al contrario, él está en deuda conmigo. No soy yo la que tiene que callarse la boca, es él quien tiene que arreglar todo esto. Él y su amigo infiel.

Usted está en estación Pueyrredón. Descenso por el lado derecho. 

La voz del subte hace callar a la de mi cabeza, y me apresuro a salir para no chocarme con los inadaptados que no entienden que tienen que dejar bajar a todos antes de entrar.

Camino un par de cuadras y llego al edificio. Los domingos el encargado llega después del mediodía, y ya son las 12:30, pero por suerte no hay rastros de él. Siempre me pregunta cosas sobre mi vida y la verdad es que esta vez no tengo ganas de contarle que vengo del departamento de Gonzalo Montiel. El encargado es de boca, fanático del fútbol, seguro lo conoce.

Romina está hablando por teléfono con su mamá cuando entro al departamento. Me saluda con la mano y se acomoda en el sillón. Aleja un poco el celular y me dice que no me vaya, que quiere saber todo sobre mi noche.

No, amiga, no querés saber.

Igual me voy. Quiero darme una ducha. Estoy sudada, acalorada, con restos de maquillaje y despeinada. Necesito un poco de agua fría de inmediato. Por eso la sensación es placentera cuando me meto bajo la ducha. Casi tan placentera como meterse al mar un día de mucho calor, o como tomar una taza de café caliente en pleno invierno. Casi tan placentera como los besos de Gonzalo Montiel.

La puta madre. 

No puedo sacarme de la cabeza todo lo que pasó la noche anterior. Dejando de lado la parte de Exequiel cagando a Romina, no puedo quejarme del resto. Y cada vez que pienso en él estando encima mío, tocando mi piel, besando mi boca, el estómago se me retuerce. Recuerdo su voz, su forma de agarrarme, su respiración agitada. Me pierdo pensando en su mirada, en la sensación de sus manos recorriendo todo mi cuerpo.

¿Cómo pude ser tan boba de caer en todo eso? ¿La culpable soy yo por haberme dejado llevar? Si es así, gracias Exequiel por haber cortado el momento.

Un poco de shampoo y el recuerdo se va, pero empiezo a sentirme una idiota. Porque pensé que si él me pedía permiso para tocarme, todo estaba bien. Pensé que si no quería aprovecharse de mí estando borracha, todo estaba bien. Pero qué imbécil. 

O no...

Todavía no lo entiendo. No entiendo como ese chico, el que parece ubicado y considerado, termina escondiendo las cagadas que se manda su amigo. 

Salgo del baño secándome el pelo con una remera. Los pies me están matando. Lo único que quiero es acostarme.

— Vení, vení que con vos quiero hablar —me llama Romi desde la cocina. Está empanando unas milanesas.

—No voy a comer —le digo recostándome sobre el marco de la puerta. No tengo hambre.

—Bueno, las hago igual y las guardo para cuando quieras. Pero contame. ¿Con quién pasaste la noche? Estas no son horas de llegar —me dice divertida.

—Y con Gonzalo, ¿con quién más?

—¿Y?

No voy a contarle nada. Pero nada de nada. Ni lo de Exequiel, ni la parte linda de mi noche con Montiel.

—No me gusta Gonzalo —suelto sin procesar. Sé que miento, y sé que ella sabe que miento. Pero qué más da.

—Bueno, Pinocho, pero ¿qué pasó? Quiero detalles.

—No pasó nada. Y no va a pasar. Llegamos, hablamos, me dormí. Y listo.

—¿Te trajo hasta acá? —pregunta mirándome fijamente. 

Pienso dos segundos mi respuesta. Me es más conveniente decir que sí.

Asiento. Ella se encoje de hombros.

—Si les gusta jugar lento...

Mirá lo que te pasó a vos por jugar rápido.

—No jugamos. No va a pasar. No me gusta Gonzalo —pronuncio las últimas palabras lo más exageradamente posible. Como si fuera que la que se tiene que convencer soy yo y no ella. 

Su celular comienza a sonar. Ella tiene las manos llenas de pan rallado y me pide que yo atienda. Miro la pantalla. Exequiel. Algo dentro mío se altera un poco. Quizás la está llamando para enmendar su error. Quizás Gonza habló con él. De todas formas no tengo ganas de escuchar su voz. Todo lo relacionado a Palacios me asquea. Rechazo la llamada y le digo a Romina que no llegué a atender, que si es muy importante seguro va a llamar otra vez.

Como no voy a almorzar, me voy directo a mi cuarto. Necesito una siesta. Necesito dormir todo lo que no pude anoche, pero me cuesta mucho relajarme. Todo adentro mío es una revolución causada por la sensación del cuerpo de Gonzalo Montiel.

Por suerte la situación no se puso más seria, porque me podría arrepentir toda mi vida de haberme cogido a un pelotudo... otra vez.

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Holaa, cómo estan? Quería aprovechar para pedirles perdón por no subir en tantos días. Me fui de viaje y no llevé nada para escribir. Pero bueno, ahora ya volví a casa así que voy a retomar esto. 
También quería agradecerles por leer, votar y comentar. Son lo mas! En un rato voy a estar subiendo el próximo capítulo. Espero que les gusten este y todos los que vienen. Besos!

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