22 - Destruidos

1.9K 145 50
                                    

» 30 de noviembre de 2018

No puedo parar de llorar. Estoy sentada en el cordón de la vereda, Palacios está al lado mío y solo se escucha la música de adentro del salón. Ya todos se olvidaron de lo que pasó, y yo todavía sigo con la cabeza entre las manos chorreando moco y lágrimas.

— Pala, dejame sola, por favor.

Él no dice nada. Se levanta y se va. Yo busco mi celular y marco el número de Gonzalo. Pasó más de media hora desde que se fue y supongo que ya estará en su departamento.

El teléfono suena una, dos, tres veces y él no atiende. Suena un par de veces más y me lleva al contestador. Vuelvo a intentar y nada. Tengo miedo de que le haya pasado algo. Se fue muy alterado y es un peligro manejar así. Intento una vez más y esta vez el celular ni siquiera suena. Me atiende el contestador directamente. No sé si es parte de la configuración o fue Gonzalo el que rechazó la llamada.

Siento unos pasos a mi costado y veo que Palacios vuelve a sentarse a mi lado. Tiene una botellita de agua fría entre las manos. La trajo para mí pero no quiero tomar nada. Aunque me vendría bien una botella de tequila para noquearme y olvidarme de todo esto.

— ¿Me prestas tu celular? —le pido a Exequiel. Él lo saca del bolsillo y me lo pasa. Tiene una foto de Romina de fondo de pantalla. Terrible dominado.

Busco el número de Gonzalo. Lo tiene agendado como Cache. Era de esperarse. Aprieto la opción de llamar y el teléfono suena dos veces.

— ¿Hola? —se escucha la voz de Gonza del otro lado. Mi cuerpo se tranquiliza con la idea de que al menos está bien. No le pasó nada.

— Gonza, soy Elena. Por favor, no cortes.

Pero ahora solo se escucha el tono. Me cortó. Le devuelvo el teléfono a Exequiel totalmente derrotada. Ya es claro que no quiere saber nada conmigo y no vale la pena seguir intentando. Al menos no por ahora.

Antes de entrar, Pala me dice que a Romina ya se le terminó la pila. Esta sentada en un sillón, casi durmiendo, y él está esperando que se recupere un poco para volver al departamento.

— Estaba muy borracha —me dice como intentando justificar la cagada que se había mandado.

Le pido que no la nombre. Lo que menos quiero es hablar de ella.

En su camino de vuelta al salón se cruza con Franco y Dani que ya están saliendo tomados de la mano. Cruzan unas palabras y Franco se dirige hacia donde estoy yo.

— Elenita, ¿querés que te llevemos?

Lo miro aún con los ojos llorosos y asiento con la cabeza. No tenía forma de volver, y a pesar de que no quiero que nadie haga nada por mí, en este momento los necesito. Me pongo de pie y los acompaño al auto. Cuando subimos, Franco arranca y sale del estacionamiento con facilidad y con mucha calma, en comparación a como había salido Gonzalo.

— Perdón por haberte gritado así ahí adentro —se disculpa Franco.

Le digo que no pasa nada, no me lo tomé personal. Mi cabeza no registró nada de eso, solo piensa en Gonzalo.

— Lamento mucho lo que pasó —me dice Dani extendiéndome su mano en señal de apoyo.

— Yo también. Gonzalo me odia.

— No lo creo. Sólo tienes que darle tiempo. Ya en el futuro podrán hablar de esto.

Eso espero.

El resto del viaje es en silencio de mi parte. Ellos hablan de sus cosas, temas que yo no entiendo, y hasta llego a tenerles un poco de envidia por la pareja tan sólida que lograron construir. Claro que yo también podría haber tenido algo así con Gonzalo. La única culpable de destruirlo todo soy yo misma.

» CULPABLE - Gonzalo Montiel « Donde viven las historias. Descúbrelo ahora