OO - Un año más

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01/01/2019

Lo pienso dos veces. Es temprano pero casi no pude dormir. Quizás porque los estúpidos de mis vecinos hicieron su típica fiesta de año nuevo y la música hizo temblar las ventanas de mi pieza durante toda la noche. O quizás porque traté de llamar a Gonzalo para saludarlo por su cumpleaños pero nunca atendió el teléfono.

Da igual, ninguna idea rara se pasó por mi cabeza, solo me pasé la noche pensando que quizás estaba muy ocupado, muy borracho o muy enfiestado, como mis vecinos.

Todo bien, no hay que hacerse la cabeza por cosas raras.

Sigo acostada. Lo que resta de la noche de año nuevo son algunos de los hijos de mis vecinos explotando los cohetes que no llegaron a tirar anoche. Se escuchan sus gritos y carcajadas a cada rato y ya comienzan a cansarme un poco, yo no era tan rompebolas cuando era chiquita, pero en el barrio las cosas son así, hay que bancar al resto de los vecinos.

Miro la pantalla del celular llenarse de notificaciones de saludos por el inicio de año. Romina es la que más me escribe, contándome que pasó la noche con Pala y su familia, que la pasó muy bien y se lleva bien con sus "suegris".

De Gonza, ni el saludo, pero es justamente por eso que siento un empujoncito dentro mío y me decido a llamarlo. Es su cumpleaños, no queda bien que espere a que me llame él. No, corresponde que lo haga yo, y ya pasé mucho tiempo sin escuchar el sonido de su voz. Ya lo extraño.

El teléfono suena, y suena, y suena, hasta que me atiende... el contestador.

Pero la puta, Gonzalo.

Vuelvo a intentar. Debe estar dormido, pero ya son casi las once de la mañana, ya podría ir levantándose. El teléfono vuelve a sonar, y esta vez alguien atiende. Nadie habla, presiento que le está costando reaccionar. Pasan unos segundos hasta que su voz me saluda.

—Feliz cumpleaños, campeón —digo tratando de contener una sonrisa.

Él gruñe por lo bajo, bosteza, le cuesta hablar y los sonidos que hace me dan ganas de teletransportarme a su cama.

—Qué paja tener que escucharte por teléfono y no acá, al lado mío —contesta. Su voz, ronca, se mezcla con el sonido de las sábanas.

Sí, una mierda, pero no nos queda otra.

—Mañana voy, Gon. Ya sabés —intento consolarlo y consolarme a mí también.

—Sí, y te voy a ir a buscar.

Pongo mis ojos en blanco. Cada vez que hablamos me repite que me va a buscar al aeropuerto. Ya lo sé. Es lo único que sé.

—¿Cómo pasaste tu noche?

Él vuelve a bostezar, esta vez me contagia.

—Bien. Con mi familia, mis primos y una amiga de mi hermana. Igual que siempre, nos pusimos a bailar después de las doce.

—Como mis vecinos...

—Ojalá fuera tu vecino.

Ojalá.

—¿Vos te divertiste? —me pregunta y yo ruedo sobre mi colchón mientras comienzo a contarle.

—Mi familia está toda peleada, amor, ya sabés. Pero fue una noche tranquila y eso fue un alivio. Traté de llamarte anoche pero...

—Mi celular desapareció de un momento a otro —me interrumpe.

—¿Eh? ¿Cómo que desapareció?

—Sí, no sé. Lo perdí después de la cena y lo volví a encontrar al lado de mi cama antes de dormir, esta madrugada. Es raro porque no vine a la pieza en toda la noche.

—Quizás uno de tus sobrinos estuvo jugando y lo dejó ahí.

—Es probable.

—Bueno, eso me deja más tranquila. Cuando vi que no atendías mis llamadas pensé que te habías olvidado de mí.

Él suelta una carcajada.

—Sos imposible de olvidar, Elena. Te extraño.

—Yo también, Gonza. Muchísimo.

Nos quedamos en silencio unos segundos hasta que él decide contarme algunos detalles más de su noche. Nada interesante, cosas sobre la comida y su familia. Vuelve a repetir la oferta de almorzar juntos cuando vuelva a Buenos Aires, y por "juntos" me refiero a él, yo y sus padres, su hermana y sus sobrinos. No me molesta. Sinceramente tampoco es una idea que me vuele la cabeza, pero se lo debo después de todo lo que pasó el año anterior. Puedo lidiar con la parte de conocer a su familia.

—También estuve pensando algunos lugares para ir con vos...

Sus palabras se ven interrumpidas por el sonido de su puerta abriéndose.

—Kari, ¿necesitás algo? —su voz suena sorprendida, y apenas puedo escuchar la voz de la otra persona.

—Ay, perdón. Estaba buscando el baño y me confundí de puerta.

—Es la de al lado —responde Gonza. Yo me mantengo en silencio, tratando de respirar bajito para poder escuchar todo.

—Gracias, Gonza. Perdón.

Él le responde con un "no pasa nada" despreocupado y la puerta se cierra.

—Era la amiga de mi hermana. Estaba medio perdida.

—Sí, ya veo —digo un poco confundida. Sobre todo porque sé que Gonzalo suele dormir en ropa interior y no me gusta la idea de que ella lo haya visto así.

No, Elena, no caigas en esa. No pienses boludeces.

Una explosión me sobresalta y automáticamente puteo. Gonzalo se ríe y me pregunta qué pasó.

—Mis vecinitos están rompiendo las pelotas con los cohetes de mierda.

Él no puede contener la risa.

—Se te nota muy paciente y feliz con tus vecinos. Mis sobrinos estaban iguales anoche, pero mi hermana casi no les dejó explotar nada por los perritos y todo eso.

Es lo que nos toca en las fiestas, lamentablemente.

Al final, nuestra llamada dura unos pocos minutos más, porque su familia está preparando un asado y él quiere pasar tiempo con su papá junto a la parrilla.

Me parece bien. No quiero robarle más tiempo.

—Nos vemos mañana, entonces —me despido—. Feliz cumpleaños, mi amor.

—Hasta mañana. Feliz año nuevo. Te amo.

—Yo más.

» CULPABLE - Gonzalo Montiel « Where stories live. Discover now