11 - Otros planes

1.8K 121 11
                                    

Los brazos de Romina no se comparan en nada a los de Gonza, claramente. No es lo mismo estar cuestionándote toda una vida al lado de tu amiga que hacerlo al lado de tu novio, pero también siento que si Gonzalo estuviera conmigo ahora, no podría estar abrazándolo en silencio. Tendría que contarle todo, y de solo pensarlo se me acelera el corazón.

Lo primero que hizo Romina cuando salí del baño fue darme un abrazo. No sé si de felicitaciones o de condolencias, porque se quedó callada y hasta ahora estamos así, pero la verdad es que valoro su silencio.

Siempre creí que la noticia de un embarazo me haría llorar. Llorar de felicidad. Pero ahora... ni eso. Tampoco estoy llorando de tristeza. Estoy más bien tratando de identificar qué siento adentro mío.

Mi amiga y yo estamos sentadas en el balcón, una al lado de la otra, y mi cabeza descansa en sus hombros. Ella está concentrada en su celular y en mi cabeza solo corren números. Fechas, cantidad de semanas, presupuesto, cuánto voy a gastar en pañales, cuántas horas voy a poder dormir de ahora en más, cuánto se me va a ir en controles médicos, cuándo debería ir al médico.

No me hago la idea de ver un Gonzalito o una Elenita corriendo por la casa, pero si tuviera que elegir, me gustaría que fuera un Gonza. Quizás porque lo extraño. Necesito que vuelva de Perú, me abrace y me diga que va a estar todo bien.

—Che —me dice Romina, bloqueando la pantalla y sacándome de la nebulosa confusa en la que estoy.

—¿Qué pasó?

Me muevo un poco para quedar frente a frente con ella y me encara.

—No te lo tomes a mal, mi pregunta es objetiva, pero... ¿Estás segura que es de Gonzalo?

Sus palabras me toman desprevenida. Quizás porque en todo este tiempo los números me cerraban con respecto a algunas de las veces que tuve sexo con él, pero había una pequeña, pequeñísima posibilidad...

—La última vez que lo vi a Arturo fue en noviembre... Pasaron cuatro meses, Romi. Es imposible —explico tranquila. Sé que no pregunta para ofenderme ni para preocuparme, mucho menos para hacerme sentir mal.

—Sí, pero hay mujeres que llegan hasta el tercer o cuarto mes y todavía se indisponen, y la panza no les crece a todas igual.

Me encojo de hombros. Muy adentro mío siento que esta criatura no puede ser de Arturo simplemente porque la vida no puede ser tan hija de puta conmigo.

—Es cuestión de ir al médico y ver de cuántas semanas estoy.

—Podemos comprar otro test...

—No, no —la interrumpo levantando las manos para que se calle—, lo que menos quiero es volver a mear en esa cosa. Y al médico tengo que ir igual.

—Pero imaginate si vas con Gonza y te dicen que estás de cuatro meses. Él podría sospechar.

—Bueno, por ahora voy a confiar en que mi cuerpo funciona como la mayoría y solo estoy de unas semanas. Después voy a ver qué pasa.

Mi tono de voz está bastante apagado y no tengo ganas de seguir conversando. Quiero encerrarme en un cuarto y dormir hasta sentir el cuerpo de Gonzalo junto al mío.

—Quizás lo mejor va a ser que me vuelva al departamento. Gonza llega mañana—finalizo poniéndome de pie y dándole un beso en la mejilla.

Ella me sostiene la mano y me mira fijo al decir:

—Cualquier cosa que necesites, no dudes en llamar. Sea la hora que sea. No estás sola en esto.

7/03/2019

» CULPABLE - Gonzalo Montiel « Where stories live. Discover now